domingo, 11 de agosto de 2024

Guerra Fría

 

Guerra Fría.

 

 

 Mi padre se vio en dificultades para explicarme qué significaba aquello de la “Guerra Fría”. Seguramente se lo pregunté cuando conectaba con el contexto. Gran parte del tiempo y sobre todo mientras cocinaba, permanecía en un estado de abstracción,  en esos momentos parecía habitar en otro mundo, no me atrevía a preguntarle nada. A mi madre no le consultaba porque se interesaba menos en la política. 

Es como un enfrentamiento entre dos bloques políticos pero no necesariamente es una guerra - me dijo. Se amenazan con tirar misiles pero rara vez ocurre eso. - concluyó. Le agradecí pero no lo entendí totalmente.

Otro día, me contó que nuestro país había adoptado una posición equidistante que se conoció como Movimiento de Países “No Alineados” o sea, que no estaba ni con uno ni con el otro bando. Eso lo entendí y tuve la sensación de que esa pertenencia nos alejaba de un posible conflicto mundial. Paradójicamente, muchos años después, integré como músico una Big Band de jazz que se llamaba “No Alineados” 

Quizás por entonces tuve la fantasía de que en una guerra fría los contrincantes se disparan con bloques de hielo, pienso mientras escribo  y me río con una ingenuidad recobrada.

Mi padre era constructor, cuando terminaba una obra y esperaba para comenzar una nueva, aprovechaba para estar en casa y hacer una actividad que le gustaba: cocinar. Aquellos días eran distintos en casa. Desde temprano iba a hacer las compras para la comida, y cuando contaba con todos los ingredientes, se sentaba en la mesa del comedor, cortaba las cebollas, las zanahorias, los ajíes, los tomates, el ajo, todo separado por secciones para administrar la cronología del guiso. Era una paleta de colores y potenciales sabores que más tarde se emulsionarían en la olla.

Los olores de las verduras y hortalizas recién cortadas invadían el ambiente.  El sonido de la radio nos traía noticias de la Guerra Fría o de la guerra de Vietnam, por lo general, mi padre sintonizaba Radio Rivadavia de Buenos Aires pero cuando pasaba algo extraordinario o se esperaba la resolución de un conflicto, mudaba el dial hacia Radio Colonia, la inconfundible voz de Ariel Delgado se fundía con el trinar de los pajaritos en el patio: “Hay más informaciones para este boletín” luego de este cierre irrumpían los metales en un registro grave, era la dramática música de “Barras y Estrellas”,  la marcha de Souza que hace referencia a la bandera de EEUU y servía de cortina en la radio de Uruguay.

Eso sí, el cocinero exigía puntualidad, cuando la comida estaba lista llamaba a toda la familia a la mesa porque alegaba que el punto exacto de cocción era uno y no podía dilatarse su degustación, esto generaba algunas rencillas con mi madre: Ya te expliqué que a esta hora pasan los chicos a la escuela y es cuando más se vende – le decía mi madre que atendía el kiosco en el local del frente de nuestra casa, ubicado estratégicamente en el camino hacia la Escuela Normal, se hacían muchas fotocopias y se vendían los mapas en los cuales los alumnos señalarían, entre otras cosas; los países implicados en la guerra fría y su ordenamiento en ambos bloques, los ríos más largos de América y del mundo, los accidentes geográficos, las isotermas y las isobaras.

Esta guerra no llegaba a mayores, ni tampoco se constituían dos bandos, los que estábamos para comer nos sentábamos a la mesa y disfrutábamos del punto justo de la comida y mi madre se sentaba de a ratos cuando el flujo de estudiantes en marcha hacia la escuela se lo permitía. Mi padre resoplaba su bronca pero no decía nada, bastaba que mi madre diga: está muy rico para que se le pasara el enojo.

Luego del almuerzo, agarraba mis cosas y me iba a la Escuela Normal a estudiar, cursaba el secundario.

A la vuelta de cursar, después de la merienda, el negocio no tenía el vértigo de la mañana y marcaba por carácter transitivo el ritmo de la casa. Un cliente buscaba un regalo para un próximo cumpleaños o algún lector elegía una revista de la editorial Columba: D´artagnan. El Tony, Fantasía o Intervalo, o bien, las fotonovelas de Corín Tellado, o el magazine Nocturno. Mi madre, por consejo de un cliente, había establecido un canje de revistas usadas y había tenido mucho éxito, entre las bondades del canje, se contaba que venía más gente al negocio y el cliente que venía por una revista, compraba cigarrillos o chocolates.

Más tarde y cuando el sol caía, llegaba el vespertino a casa. Nuevamente la Guerra Fría y otras calamidades tomaban relevancia pero ya sin sonidos estridentes y con imágenes de color sepia.

Por entonces, escuché por boca de mis padres por primera vez dos conceptos que replicarían coralmente muchas personas hasta la actualidad: el mundo está cambiando, el país está en crisis.

Seguí mirando de reojo la tapa del vespertino y me aferré a una idea de lo que quería ser cuando sea grande: músico.

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