HUELLAS
Esa mañana al abrir el ordenador; Mike Griffin pensó, que
desde un tiempo a esta parte, estaba viviendo el final en la empresa. Los
errores de percepción se pagan caros en el mundo financiero. Las últimas
recomendaciones que había hecho a inversionistas en países extranjeros,
resultaron un fracaso.
Se asomó a la ventana del piso 21 y contempló una Nueva York nevada, recordó a su homónimo,
siempre lo hacía: director de cine exitoso, ¿Quién pudiera? Se preguntó.
Como en una jugada intuitiva de ajedrez, decidió mover
las piezas antes y solicitó una reunión con el gerente general. Durante muchos
años, él había sido el niño mimado de los directivos, ya no era así, habían
ingresado jóvenes más atrevidos, obedeciendo a la ley del desarrollo desigual
y combinado; él se había vuelto conservador.
Ya sabía lo que le propondría su jefe, que se tome unas
largas y merecidas vacaciones y que vuelva con la energía de siempre. Había
ensayado las respuestas para tal proposición: diría que no, que esta vez
dejaría todo, que tenía un capital suficiente como para estar un tiempo sin
trabajar y que seguiría haciendo negocios en forma privada.
Algo se quebró, un crash que en este caso no fue
económico sino anímico, aunque no se produjo de un día para otro, fue gradual.
El gerente lo recibió con cordialidad:
- ¿Qué te trae por acá viejo lobo?
- Lobo cansado dirás.
- Bueno, vamos, siempre en este negocio
hay momentos así
- ¿te acordás lo que me dijiste cuando
entré? Que para triunfar en las finanzas tenía que estar dispuesto a morderle
los testículos al toro que está ahí afuera.
- Sí, claro, es algo que digo hace treinta
años y no encontré una
frase mejor
- Bueno, ya no podría hacerle ni
cosquillas al toro
- Epa, no es para tanto, vos lo que
necesitas son unas buenas….
- No, ja ja, sabía que dirías eso, no
quiero vacaciones, esta vez me voy en serio.
- ¿Cómo que te vas?
- Sí, hace un tiempo que lo vengo
pensando, esta actividad ya no me produce el cosquilleo de la adrenalina que me
producía y vos tenés unos tiburones jóvenes que están en estado, ya no soy
imprescindible si es que alguna
vez lo fui.
- Pero ¿Qué vas a hacer ahora? Yo no te creo que vas a dejar de
hacer negocios
- No, seguiré en forma personal, a otra
escala. Tengo ahorros que me permiten estar un tiempo sin trabajar.
- Bueno, vaya que mañanita. Te juro que me
sorprendiste
- No te olvides que soy un ajedrecista
aceptable
- Ya lo creo, después del crack del 29
esto es lo más terrible que nos pasó – bromeó el jefe
- Bueno, no exageres.
- Veo que es una decisión firme y no queda
más que respetarla. Los temas formales tratalos con Debby pero nosotros nos
debemos una cena en el restaurant italiano adónde vamos cuando cerramos un
negocio
- Sí, claro hombre, vamos a seguir en
contacto, hasta se me ocurre que vamos a ser más amigos sin la presión
cotidiana.
- Eso espero. Debo confesar que no fue
tanta la sorpresa, te veía apagado desde hace un tiempo.
- Son ciclos que se cumplen.
- Así es. Pero debo reconocerte que vos
dejaste huellas en esta empresa.
- Gracias Jefe.
Se dieron un sentido abrazo. Mike recogió sus cosas
personales en un bolso de mano, se despidió del personal y bajó. Caminó por
Wall Street sin rumbo aparente, había cumplido los cincuenta años recientemente
y quería recuperar algunas cosas que dejó por la vorágine del mundo de los
negocios financieros. Dobló en la calle 4 y se topó con una tienda de
instrumentos musicales, se detuvo a mirar, le llamó la atención la simetría de
los elementos exhibidos: dos mandolinas ligeramente inclinadas y en el medio un
saxo brillante y opaco a la vez. Se retiró hacia el cordón de la acera y puso
sus manos simulando un cuadro; se asemejaba a una obra de Vasarely.
Decidió entrar en el negocio.
- Buen día ¿Qué precio tiene el saxo?
- Bueno, ese instrumento es algo especial
¿Usted sabe a quién pertenecíó?
- No tengo idea
- A Wayne Shorter
- No lo conozco
- Fue uno de los grandes saxofonistas de
jazz contemporáneo
- No lo sabía, soy más del rock
- Su hija nos lo confió cuando falleció su
padre hace muy poco. Nos pidió que lo vendiéramos teniendo en cuenta el valor
afectivo y yo agrego histórico.
- Entiendo
¿Usted cree que a mi edad puedo aprender a tocar?
- Claro, Usted es joven, además, como
decía mi padre: Nunca es tarde para cumplir un deseo.
- Deme un tiempo para pensar y le
contesto. ¿Cómo me dijo que se llamaba el músico?
- Wayne Shorter.
Mike salió del local para pensar mejor, consultó en su
celular para corroborar lo que le dijo el empleado. Vislumbró un primer negocio
en su nueva etapa como independiente, si el instrumento perteneció a una celebridad
del jazz, conforme pasara el tiempo; se incrementaría su valor.
Sin dudarlo, ingresó nuevamente al local y buscó a quien
lo había atendido. Preguntó el valor y el empleado agarró un papel como para
atemperar la cifra y le dibujó el precio. Perfecto, lo voy a llevar. Mike sabía
que en los negocios hay un segundo crítico que es cuando se decide
concretamente una operación, pasado ese instante, la misma se puede malograr.
Subió a la oficina privada que se encontraba en otro
nivel para concretar la transferencia bancaria y hacerse del instrumento.
Cuando bajó, el empleado había retirado el saxo de la vidriera y lo colocó en
un estuche rígido.
- Le voy a aconsejar que compre una caña
nueva
- ¿Qué es una caña?
- En el saxo el sonido se produce por la
vibración de una lámina finita de caña. Además, es muy personal el uso de la
misma, como si fuera un cepillo de dientes
- Claro, entiendo. Agréguela a la compra y
las pago en efectivo.
Cuando el empleado volvía con la caña, se dirigió
nuevamente al cliente con una notable emoción.
- Y le tengo que pedir un último favor y
esto lo hago en forma personal
- Sí, dígame
- Haga honor a semejante instrumento,
estudie, estudie. No le pido que sea un Shorter pero inténtelo y si por esas
cosas tiene que venderlo busque a alguien que tenga en cuenta esto que le digo.
- Lo prometo.
Mike salió del local con el instrumento, ahora sus pasos
eran rítmicos y dejaban huellas en la nieve, una súbita ansiedad se apoderó de
él, quería llegar a su departamento que no estaba lejos de allí. Tenía una
mezcla de sensaciones, había abierto una ventana desconocida. El tema del
negocio se relativizó y se impuso paulatinamente la idea de un legado emotivo difícil
de sostener, pero a su vez, esto le imprimía un desafío que no estaba regido
por la obtención de dinero, esto era otra cosa, era algo nuevo.
Cuándo llegó a su casa, apoyó el estuche rectangular
arriba de la mesa de diario y se hizo un café, en pocas horas había renunciado
a un trabajo que lo tuvo ocupado los últimos veinte años de su vida y había
comprado un instrumento musical con la idea de hacer un negocio pero las
palabras del vendedor le generaron un compromiso extraño. ¿Y si aprendía a
tocar el saxo? ¿Por qué no?
Encendió la computadora y se dispuso a mirar sendos
tutoriales para aprender a armar el instrumento: la ubicación correcta de la
caña en la boquilla para permitir que vibre, la abrazadera que contiene a la
boquilla y la caña, la postura corporal, la adaptación de la correa que
sostiene al saxo para que resulte cómodo su ejecución, etc.
Se miró al espejo, le reconfortó la imagen que le
devolvía el reflejo narcisista: parecía un músico.
Luego, miró otros videos en los cuales abordaban la
producción del sonido concretamente. Hizo un primer intento fallido; ningún
sonido se produjo, sólo un aire que parecía un ventarrón desbocado. Luego otro
intento y otro más hasta que en uno de los intentos creyó escuchar su propio
sonido, bajó el volumen del video e intentó nuevamente repitiendo la fórmula
exitosa; produjo un sonido torpe pero sonido al fin seguido de una extraña
vibración, sus dedos distribuidos en las diversas llaves temblaron como si una
fuerza llegara desde el centro de la tierra, sus latidos se aceleraron. El
legado comenzó intensamente pensó.
Dejó el instrumento en el estuche y se preparó otro café.
Mientras lo tomaba, pensó en el impulso que lo llevó a meterse en esta nueva
empresa que a poco de comenzar, lo tenía atrapado como una novela policial. La
intuición la había usado en no pocas situaciones en el mundo de los negocios,
pero se reconocía un hombre pragmático poco afecto al pensamiento mágico, pero
algo desconocido pasó con el primer sonido que logró.
La mañana siguiente, la primera en mucho tiempo sin la
estridencia del despertador, se levantó a la misma hora de siempre por la
inercia. Preparó el desayuno, contempló el
color del instrumento: dorado devenido opaco por el paso del tiempo.
Le vinieron en oleadas de recuerdos el sonido del exótico
saxofonista del sombrero negro que había escuchado con Catherine en un club de
jazz de la calle siete. El sonido era ronco y visceral. Repentinamente le
molestó la nostalgia de una relación que se malogró.
Tomó el saxo y sopló con una fuerza renovada, el vapor de
aire salió por la campana del instrumento y se alegró de producir un sonido sin
más, luego; la vibración que había experimentado el día anterior y lo que
siguió, fue una melodía que venía desde el cuerpo metálico como en sotto
voce, acercó el saxo al oído y efectivamente, era una melodía desconocida
por él. Se asustó y lo dejó en el estuche, luego lo desarmó y fue a la casa de música a
preguntar.
Llegó y buscó al empleado que se lo había vendido, esperó
a que se desocupara. El empleado lo reconoció y le hizo el gesto de que lo
esperara un minuto.
- Hola amigo ¿Qué lo trae por aquí?
- Me pasó algo raro tocando el saxo
- ¿algo raro?
- Sí, primero sentí una vibración, eso fue
ayer cuando le saqué los primeros sonidos y hoy, se produjo la vibración y
luego escuché una melodía que, por supuesto, no toqué yo.
- ¿Usted dice que el instrumento tocó
sólo?
- Se lo juro, ¿viene con un demo
instructivo?
- ¿Un demo? Jajá que ocurrencia
- ¿Se lo puedo demostrar?
- Si claro, pero mejor vamos al depósito.
Se dirigieron al depósito. Mike armó el saxo y sopló. En
el primer intento no se produjo ninguna vibración. Intentó nuevamente y esta
vez; apareció la melodía, primero tímidamente pero luego fue más fuerte. El
empleado se llevó el instrumento al oído.
- Pero esto es increíble
- ¿lo escucha?
- Sí, es el sólo de Footprins que tocó
Wayne en el festival de Montreaux en 1991
- Pero ¿Cómo sabe eso?
- Soy un fanático de él, tengo toda su
discografía pero, esto no lo puedo creer, no lo puedo creer.
- Pero ¿qué está pasando?
- No lo sé, pero tengo que pedirle que lo
que fuera que esté pasando, tenemos que guardar el secreto entre nosotros
dos ¿me lo promete?
- Sí, claro
- Por alguna razón que desconozco, el
instrumento replica los sonidos que tocó alguna vez, sople otra vez por favor.
Mike obedeció, primero fue la vibración y luego la
melodía como las otras veces:
- Este es un solo de Footprins con el
quinteto de Miles Davis en 1967 en Suecia.
- Pero no puede ser, esto es increíble
- No lo puedo creer. Nunca me pasó algo
así lo juro. Hagamos una cosa, espéreme en el café de la esquina, pido permiso
y nos encontramos ahí.
- Perfecto.
Mike llegó al lugar y pidió un café doble, afuera, la
calle seguía su ritmo, las personas con cara de abstracción emanaban vapor por
sus bocas debido a la baja temperatura, hasta hace cuarenta y ocho horas, el
formaba parte de esa marea que se levanta todos los días para generar los
recursos para vivir, ahora, estaba retirado y portaba un secreto compartido con
un empleado de una casa de música propietario de un instrumento que perteneció
a un notable músico y que suena con solo soplar por su boquilla. Es una
película pensó, un legado místico que
por un motivo azaroso le había tocado a él. Ya no tuvo miedo, solo curiosidad
de saber porque se puede producir un fenómeno así. Llegó el compañero de
secreto refregándose las manos y con un entusiasmo de principiante.
- Hola, no sé aún tu nombre
- Hola, es verdad, me llamo John
- Ok, yo soy Mike
- Te voy a contar algo, cuando Wayne venía
a Nueva York, pasaba por el negocio, siempre compraba sus cañas favoritas y
preguntaba por algún instrumento, ya sea tenor o soprano que estuvieran para la
venta. Él era muy espiritual y practicaba el budismo, siempre me decía que lo
practique, hasta alguna vez, dijimos el nam myoho renge kyo juntos que es como
un mantra en busca de la iluminación personal.
Nunca me sumé formalmente. Lo admiro mucho y hablo en presente porque
creo que está ahora aquí.
- Por lo que decís, esto tiene que ver con
este fenómeno del saxo.
- Bueno hombre, creo que sí pero lo que te
quiero proponer es que cuando podamos, vayamos a la Soka Gakkai en Santa Mónica
que era donde iba él. Allí podríamos hablar con un sacerdote, él nos puede dar
una explicación a todo esto. Yo no tengo esa respuesta, pero creo que puede
venir por ahí.
- Sí, estoy dispuesto a ir con vos, estoy
libre porque me retiré y tengo tiempo.
- Bien, pero vamos a tener que compartir
el secreto con alguien más
- Sí, pero creo que vale la pena si es que
llegamos a entender esto que pasa ¿o estaremos locos?
- No, no lo creo, escuchamos juntos lo que
escuchamos, acá hay algo que por ahora no podemos explicar.
- A esta altura tengo que confesarte que
al principio pensé comprar el instrumento para hacer un negocio, el primero en
forma independiente.
- No te hagas problema, eso no es
cuestionable. Por eso te hablé de esa manera cuando lo compraste y te pido
disculpas por el atrevimiento.
- No, no hay problema, mi vida cambió a
partir de ese día, desde entonces, veo videos de él, estoy obsesionado.
- A mí me pasó cuando empecé a escucharlo,
se me ocurre algo mejor, hay un centro cultural de la SGI acá en Nueva York,
ahí nos pueden orientar.
- Me parece perfecto.
- ¿Vos a que te dedicás? Perdón por la
pregunta
- No hay problema, hasta hace unos días,
era un agente financiero, trabajaba para una firma muy importante pero me
retiré
- ¿En serio?
- Sí, y ahora estoy retirado, tratando de
ser músico y haciéndome preguntas acerca de cómo un saxo puede sonar sólo
- Ja Ja ¿Qué loca que es la vida no?
- Ya lo creo ¿Y vos?
- Yo soy un músico frustrado, me convertí
en un melómano, igual no me quejo, en el negocio conocí a grandes músicos como
por ejemplo a Wayne.
- Te entiendo.
- Yo podía hacer ganar muchos millones en
una sola operación, la utilidad no era sólo para mí, tenía un porcentaje.
Tampoco me quejo.
- Eras el famoso lobo de Wall Street
- Algo así pero sin la elegancia de
Leonardo Di Caprio.
- No creas, vos también tenés tu
elegancia.
- Gracias.
Casa de la cultura. Soka de Nueva York
La casa de la cultura de la Soka de New York está ubicada
en la calle 15. Es un edificio sobrio de estilo neo románico. Hasta allí
llegaron John y Mike para tratar de develar el misterio del saxofón que suena con
solo estimularlo. ¿Se trata de un dilema
físico o metafísico? ¿Se trata acaso de un desarrollo de la espiritualidad
llevada hasta el paroxismo?
Habían concertado una cita con uno de los sabios de la Soka.
Mientras esperaban, observaron los grandes ventanales que dan hacia la avenida.
En uno de las paredes interiores de la sala adonde aguardaban, se encontraba
una gigantografía del presidente Daisaku Ikeda junto a un lema que reza: “Nada
se pierde, todo se transforma”. Eso lo decía Wayne le comentó John a Mike.
Ahora entiendo le respondió Mike como para dar una respuesta tranquilizadora
del fenómeno que los ocupaba.
Señores, los acompaño a la sala en la cual los espera el
señor Takawaka – irrumpió suavemente la voz de la mujer. Se desplazaron por
pasillos sobrios hasta llegar a una puerta doble de tono pastel. Ingresaron, el
señor Takawaka los esperaba detrás de su escritorio, juntó sus manos y se
inclinó levemente hacia delante en señal de bienvenida, John y Mike hicieron lo
propio.
- Caballeros tomen asiento por favor –
dijo con tono cordial el señor Takawaka. Tal
cual me adelantaron en la conversación telefónica, se trata de un fenómeno raro
por lo pronto.
- Efectivamente señor, nos tomamos el
atrevimiento de recurrir a Ustedes por cuanto el señor Wayne Shorter pertenecía
a vuestra comunidad, si no me equivoco, a la soka de Santa Mónica –
dijo John
- Claro, él era y sigue siendo un exponente
cultural universal. Un ser de luz que buscó en el budismo la forma de llegar a
la plenitud
- Le comento; el señor Mike –
señaló el estuche - compró el instrumento
que perteneció a Wayne y comenzó a tomar clases de saxofón y se encontró con la
sorpresa de que soplando a través de su boquilla, comienza a sonar solo.
- ¿Cómo es eso posible? –
el señor Takawaka cambió el semblante de su cara.
- No lo sabemos, por eso estamos aquí para
tratar de encontrar una respuesta – dijo Mike.
- ¿Y ustedes podrían hacer una
demostración del fenómeno?
- Claro.
- Un momento. ¿Tendrían inconveniente si
lo grabamos?
- Ningún inconveniente. Lo único que
pedimos es mantener, por ahora, el secreto de esto a la menor cantidad de
personas posible.
- Claro, entiendo.
El señor Takawaka llamó por un teléfono interno al departamento
de video de la Soka. Al cabo de pocos minutos, dos personas ingresaron en la
sala con el equipo suficiente como para hacer una grabación de video.
Mike armó el saxofón y puso mucho celo en colocar la caña correctamente, estaba nervioso pero
expectante por encontrar una explicación razonable. Cuando las personas encargadas
de filmar estuvieron listas, Mike comenzó a soplar, al principio, no se escuchó
nada, pero en cuanto la vibración apareció, acercó la campana del instrumento a la cámara.
Nadie habló mientras duró la filmación.
-
Esto
es increíble – dijo Takawaka
-
Eso
que se escuchó es la melodía de Footprins, un tema emblemático de Wayne, lo
curioso es que se presenta en distintas versiones a través del tiempo –
aportó John.
-
No
salgo de mi asombro. Todos escuchamos los mismo ¿verdad?
-
Sí –
respondieron Mike y John.
-
¿Cómo
dijo que se llama el tema?
-
Footprins
–
contestó John
-
Claro,
son huellas que el hermano nos dejó como legado, el título del tema nos está
diciendo todo, no hace falta más interpretación.
-
No
entiendo – dijo John.
-
Les
explico – dijo el señor Takawaka – en nuestra práctica y en la búsqueda de la iluminación y la armonía
con el ambiente que nos rodea, hay una disciplina que se denomina Esho funi que
promueve la indivisibilidad del ser con el medio ambiente, llegar a ser uno
mismo con la naturaleza y las circunstancias que en ella se produzcan. Empíricamente, nunca llegamos a un desarrollo
tal como el que presenciamos recién. Les agradezco profundamente el aporte y el
hecho que hayan acudido a nuestra sede. El departamento de fenomenología de la
Soka va a estudiar en profundidad el caso y estaremos en contacto por supuesto
y le comunicaremos oportunamente, los avances en la investigación que
llevaremos adelante – el señor Takawaka se puso de pie y juntó sus manos
poniendo fin a la reunión.
John y Mike salieron a la calle helada, y fueron a tomar
un café para procesar lo que habían escuchado por parte del señor Takawaka,
tenían una explicación autorizada del fenómeno pero a su vez, sintieron que
estaban lejos de poder entender en forma cabal el hecho que los había unido en
una amistad que prometía ser duradera.
La música los había reunido por el azar. Un señor músico
había producido ese azar. Como los inquietos cuchillos de Juan Almada y Juan
Almanza, el saxo que perteneció a Wayne Shorter; dejó huellas en la
funcionalidad mecánica del metal y porta un mensaje que pretende ser un puente
hacia el final de los tiempos