miércoles, 18 de mayo de 2022


 

Crónicas desde el lugar donde los andes doblan.

Ed Pareta.

 

Ushuaia es la ciudad en donde concluyen todos los puntos cardinales. Una especie de Aleph cartográfico, esa es la sensación que me invadió parado en la costanera mirando los barcos grises azulados teñidos por el crepúsculo austral. El viento sopla en forma universal, se me ocurre un viento definitivo.

Llegamos hasta el lugar donde los andes doblan. Fuimos con Noemí por una epifanía. Un día tomando un trago en un bar de Palermo en el verano, dijo sin más: ¿Y si vamos a Ushuaia? o tal vez, obedeciendo a el mandato turístico que dice: Alguna vez en la vida tenés que ir, pasa otro tanto con las cataratas del Iguazú.

Bajamos al aeropuerto nuevo, el imaginario me indicaba que era complicado llegar, mandaban a los pilotos más experimentados, pero luego me enteré que eso pasaba con la pista antigua que era realmente difícil y siempre azotada por vientos cruzados. Cuando estábamos por aterrizar, Noemí vio desde el avión  una ballena con su cría en el canal de Beagle, gritó eufórica pero el resto del pasaje no dio crédito por aquello de que: “Sí no lo veo no lo creo”.

La ciudad es sindicada como la más austral del mundo aunque y debido a una argucia burocrática; Puerto Williams en Chile sería la ciudad más austral debido a una modificación que hicieron en la tipificación poblacional en Chile.

Los pueblos, como escribió Haroldo Conti en uno de sus cuentos, están formados por distintas capas y las capas viejas afloran en las nuevas  agrego.  A veces, dichas capas aparecen como referencias históricas y otras tantas, como simples mercadeo turístico: “Venga a la cárcel más austral” Dice un joven con traje a rayas y un cartel sándwich en el centro de la ciudad: ¿Quién quiere ir a la cárcel? Me pregunté. Claro que a esta cárcel me interesa ir, tiene una rica historia de anarquistas y presos que por su peligrosidad o por sus características; los mandaban hasta el mismo confín del mundo y esto la hace interesante. En una pared lateral, hay una foto de la banda de música del penal y se lo ve al petiso orejudo tocando el bombo.

La cárcel Funcionó hasta el año 1947 y el museo desde 1995.

En una vidriera de un coqueto negocio en las cuadras del centro, exhiben para ser vendidas, réplicas de las máscaras de la etnia Selk nam. Los vocablos que forman la palabra Ushuaia, son de origen Yagán y quieren decir algo así como Bahía del fondo.

Las casas típicas con techo a dos aguas con un revestimiento de chapa, son muy coloridas y a pesar de que la ciudad se convirtió en un centro turístico con imponentes hoteles, mantiene el espíritu de la aldea que fue.

Las distintas capas también la constituyen las lenguas que se hablan. Caminando por  sus calles se puede escuchar inglés, francés, hebreo, portugués, alemán, etc.  Motivaciones diversas hacen que este lugar geográfico sea el elegido para hacer base o bien, quedarse a descubrir los alrededores. Los que planean una excursión antártica, toman este punto como el de partida.

El clima de Ushuaia tiene influencia antártica dijo el guía en una excursión que hicimos con Noemí, miré hacia el sur, más abajo está el continente helado; sentí chuchos de frío. La temperatura promedio anual es de 5 grados por lo cual, van a ver que los árboles que tira el viento, se mantienen por muchos años igual, imaginen que es una gran heladera; concluyó el guía mientras remábamos por el canal de Beagle. Tuve el impulso de pellizcarme para saber que eso era real, que estaba ahí.

Lo que más nos inquietó, es que al oriente de la isla grande se encuentra la península Mitre. La guía de turismo nos comentó que es un territorio que forma parte del 2 % del territorio mundial inexplorado. Sólo viven ahí, dos personas en forma permanente. El clima en esa parte es muy extremo y me imaginé los barcos llegando por primera vez incluido a Darwin navegando en la nave llamada Beagle. En el límite de la península; hay retenes de gendarmería que alertan a quien quiera meterse en ese territorio, que no tendrá servicios de ningún tipo y que cada quien, se debe hacer responsable por su suerte. No tuvimos la oportunidad de conocerla, quedará para otro viaje que, como dice un refrán de la zona: “Si probas el calafate, un día volverás”  y nosotros lo probamos.