CAUSAS Y AZARES.
Ed Pareta enero
2018
Causas:
En realidad, es “la causa” en singular, el tema es más o
menos así: venía rodando bien por la ruta 7, nada de camiones, poco tránsito,
conectándome con el placer de manejar cuando de pronto…tráckate!!! se rompió el auto, los acompañantes preguntaron ¿Que pasó? - casi al unísono y es cuando hay que comunicar la "mala nueva" a todos y la frase de ocasión dicha luego de levantar el capó y darse cuenta que no vas a poder solucionarlo sin ayuda: "Veníamos tan bien" (esta frase quedará para el anecdotario del viaje)
El mecánico llegó luego de despertar de un sueño que se
corresponde con un 24 de diciembre, quizás pensó que el día se presentaría
tranquilo planeando el asado de la noche
con la familia, pero algo alteró esa armonía. Su amigo el gomero que tiene el
negocio al costado de la ruta, en la rotonda, lo llamó y le dijo algo así como
que alguien se había quedado en la ruta.
-
¿Qué
sentiste? – me preguntó secamente el mecánico.
-
Venía
lo más bien y pasando el puente de salida de Cocullú el motor perdió fuerza y
ahí nomás, lo tiré en la banquina – le conté.
-
Hmmmm –
frunció el ceño y se dirigió directamente a una tapa negra rectangular que está
pegada a la entrada de aire.
Miró con detenimiento las herramientas que había desplegado
en el piso y eligió una con el cuidado que requeriría una operación quirúrgica
de alto riesgo. Mi ansiedad iba en aumento, colocó la llave en los tornillos y
los fue sacando uno a uno, retiró la tapa y me miró unos segundos sin decir
nada.
-
Estás
jodido – me dijo.
-
¿Qué
pasó? – dije tratando de estar sereno.
-
Cortaste
la correa de distribución.
-
¿Y eso
es grave?
-
Según
como hayan quedado las válvulas, lo más posible es que se torcieron – dijo
el mecánico que al igual que un médico, te ofrece un 10 % de posibilidades que
la cosa no sea tan grave y agregó.
-
Lo vas
a tener que dejar acá, hoy no te va a atender nadie.
-
Ok, si
no hay más remedio – dije resignado.
Entonces “El Bordolino” se quedó al lado
de un camión abandonado, seguramente charlaron y se hicieron amigos luego de
compartir el destierro en el playón de la YPF de S.A de Giles.
-
Lo tuyo
no es nada, yo estoy “tirado” hace meses acá – Le habría dicho el camión con
un dejo de tristeza al “bordolino”.
Seguimos viaje hacia Lincoln en un remise para pasar las
fiestas con la familia como es costumbre y la costumbre, como dice un axioma
checo, es una camisa de hierro.
Azares
Pasamos la nochebuena con mucha paz debido a que por prohibición municipal, no se puede usar pirotecnia, el 25 se presentó calmo pero con una preocupación latente,
tenía que rescatar el auto y no sabía con qué me iba a encontrar.
Los azares comenzaron el martes 26 con la pretensión de
viajar a Giles lo más temprano posible, el empleado de la compañía que lleva el
nombre del prócer de la bandera, me dijo con cierto goce:
-
No hay
pasajes para Giles, te puedo vender para Junín y ahí haces la combinación.
-
Está
bien
– le dije con fastidio.
Me subí a la unidad atestada de gente, luego de chocar con
bolsos, bolsitas, bolsones, codos, brazos y antebrazos y mirar los números diminutos
de los asientos, llegue al mío y estaba ocupado, le dije amablemente al intruso y el
personaje primero no creyo y luego cuando vió la evidencia, abandonó el mismo sin
ganas y tomándose todo el tiempo.
Llegué a Junín y rápidamente recorrí las boleterías de las compañías,
conseguir un boleto para Giles, sería un remedo bastante más light
de la batalla de Junín, pero batalla al fin.
-
No
tengo nada hasta las 17 horas.
-
No
pasamos por Giles (se me ocurre toda una declaración de
principios)
-
Imposible,
todo ocupado hasta mañana.
Estas fueron algunas de las respuestas que me dieron en las
distintas empresas adonde pregunté, me sentí como los personajes de “Atrapado
sin salida” de Ken Kessey / Milos Forman.
De pronto, llegó a plataforma una unidad de la empresa T.A The Silver y
vi en el derrotero que tenía parada en Mercedes que quedaba cerca de mi destino,
saqué pasaje y me subí, era una unidad nueva que iba semi vacía y con un clima
perfecto, ahora me sentí como Randall MacMurphy el personaje que interpreta
Jack Nicholson en “Atrapados…” o sea una percepción de liberarme del
estancamiento pero sin la necesidad de enfrentarme con los enfermeros.
Entre los azares se cuenta la visión inequívoca de mi amigo
“Fito” Barrios en un semáforo de una bocacalle que es transversal a la Av.
Mitre en Chivilcoy. Este hecho me reconcilió un poco con la causa que produjo tal
azar.
A la hora prevista llegué a Mercedes, tenía que hacer tiempo
para tomar el micro local que me llevaría a Giles, caminé con un sol que caía a
pleno sobre mi cabeza, a pocos minutos de la caminata, me encontré en el centro
de la ciudad, me pareció una ciudad agradable, con algunas casas antiguas de estilo neo
colonial. Los juzgados, la frondosa arboleda de la avenida principal, le
confieren un cierto aire señorial como una capital de provincia. Tenía hambre,
me comuniqué con “Chiche” el mecánico que me haría el arreglo y me aconsejó que no me apurara, que no iba a adelantar tiempo por cuanto los comercios
están cerrados por rigurosa siesta.
Decidí almorzar, encontré un restaurant que tiene recova como en el bajo de Buenos Aires y está justo enfrente de la catedral que fue en un
principio una capellanía, la institución del clero castrense data de 1736 cuando, a
instancias de Felipe V, el papa Clemente XII lo estableció con designación de
un Capellán mayor o vicario general de los ejércitos españoles. Comí liviano, me sentí tranquilo pero con la preocupación de
como terminaría la historia del arreglo del auto.
A
las 14 40 no puntualmente, tampoco somos Suiza, partió el local de la empresa
“Maestro Bus” y al cabo de un viaje corto de aproximadamente ’30 minutos llegué
a Giles, más precisamente a el playón de la estación de servicio donde
dejé al “Bordolino” el mediodía del 24,
llegó “Chiche” y corrimos el auto a la sombra de un día muy tórrido, el
mecánico me pidió plata para comprar la correa en el centro y en ese lapso y en
el lugar del improvisado taller, se formó un grupo de “amigos ocasionales”
conocidos del gomero quien me había recomendado a “Chiche” , compartí unas
gaseosas para mitigar el calor y cada uno eligió que historia contar para interesar al imprevisto interlocutor, entonces, al transcurrir la
conversación, apareció lo que está yacente debajo de una máscara, la solidaridad
básica, aquella ley no escrita que practican los conductores en los caminos de
montaña “Si te quedaste en el camino, no te vamos a dejar tirado” les conté que
había viajado a Lincoln a pasar las fiestas con mis acompañantes entre los
cuales, se contaba a “Gitana” la perra de mi hija y que una vez arreglado el
auto, volvería a buscarlos. Uno de ellos, me contó que era portero de una
escuela pública y que sólo le quedaban dos días de trabajo hasta las
vacaciones, él se lamentó...
-
Me
hubieras dicho, yo te llevaba a Lincoln
-
Pero,
si no nos conocíamos- le dije, risas generales.
Se sumó otro amigo que es pintor de casas en el pueblo y me
ofreció, por si lo necesitaba, un galpón para guardar el auto a sólo una cuadra
de allí.
Llegó el “Chiche” con el repuesto y se puso a trabajar,
luego de un rato me pidió que le dé arranque, después de alguna que otra “tos”
el motor sonaba como siempre, anduvo un rato y todos escuchamos la marcha
expectantes, “Chiche” me miró y me comunicó lo que considero un regalo de
navidad.
-
Zafaste.
-
¿En
serio? ¿Es así?
-
Si
hombre, si no, no hubiera arrancado.
Me volvió el alma al cuerpo pero sobre todo, a la billetera,
hicimos las pruebas pertinentes en la ruta, el mecánico me miró como
diciendo, está bárbaro. Pagué con algún Plus
por los servicios prestados y me despedí de mis nuevos amigos.
-
Cuando vengas de vuelta, pasa a saludar – me dijo el portero.
-
Así lo haré – dije retomando la ruta
7 con orientación oeste.
Le tomé prestado el título de una canción a Silvio
Rodríguez porque creo que la vida es una sucesión de “Causas y azares”