viernes, 27 de junio de 2014


Playa Borento.

Playa Borento.

Un día, a la hora de la siesta, me permití entrar en tu sueño. Me imaginé que  pensabas una y otra vez en que nos mudaríamos a un lugar donde habría un futuro para todos.  En esa imagen: había un cartel recién pintado con muchos colores; en el cartel decía simplemente: “Playa Borento” minutas y bebidas frías, agua para el termo, se alquilan sombrillas. Era un parador en la costa bonaerense, quizás San Clemente, la playa más cercana desde el norte.

“Borento”  te llamaban los parroquianos que se reunían en “La Brasita” el bar- restaurante que comandaban  junto con la vieja, Nunca supe de donde  te venía el seudónimo, pero tengo guardado en algún lugar de la memoria algo así como  “Borento, servime otra ginebra” y vos con el “Clifton” entre los labios, celebrabas alguna ocurrencia de un potencial borracho con una sutil sonrisa que se velaba entre el humo del cigarro.

Pero volvamos a tu sueño, el de imaginar un próspero futuro para todos, lo pensaste varias veces supongo, te daba vuelta la idea en la cabeza pero no se lo comunicabas a la vieja por temor a que te diga ¿para qué tan lejos?  ¿Por qué no vamos a Lincoln? Ahí los chicos también podrán estudiar, eso te hubiera dicho quizá

Sin embargo vos soñabas despierto con la posibilidad de trabajar de sol a sol como quién dice para despegar, como si hubiera que despegar de algo. No nos faltaba nada, pero “los sueños, sueños son” como repetiría Berugo en la tele mientras tomábamos mate en la cocina de Lincoln muchos años después. Una vez, mirando ese programa me miraste y en una de las pocas frases que articulaste en la tarde me dijiste  “Este Berugo es un artista completo” y te metiste nuevamente en tu mundo de sano ostracismo.

 Me hubiese gustado que me contaras más anécdotas, como aquel relato de tu primo loco que conducía el “autogiro” o las picardías que hacían con tu primo  “Mito” en Buenos Aires, por ejemplo, cuando generaban la psicosis colectiva con sólo mirar para arriba y la gente también lo hacía hasta formar un grupo numeroso y luego irse como quién no quiere la cosa antes que se avive la multitud de que no había nada que mirar.

 La intromisión a tu mundo, me sugirió una melodía; la misma me transporta a la playa, siento  en la cara la brisa del mar, escucho la espuma de la cerveza que cae en el vaso vacío y vislumbra el primer trago que es el más gratificante. Despacharíamos a dos manos los refrescos y las minutas redondeando una muy buena temporada de verano con toda la familia laburando codo a codo.  Los sueños, sueños son y aquí se convierten en realidad, como decía Berugo ¿te acordás?