Playa Borento.
Un día, a la hora de la siesta, me permití entrar en
tu sueño. Me imaginé que pensabas una y
otra vez en que nos mudaríamos a un lugar donde habría un futuro para
todos. En esa imagen: había un cartel
recién pintado con muchos colores; en el cartel decía simplemente: “Playa
Borento” minutas y bebidas frías, agua para el termo, se alquilan sombrillas. Era
un parador en la costa bonaerense, quizás San Clemente, la playa más cercana
desde el norte.
“Borento” te
llamaban los parroquianos que se reunían en “La Brasita” el bar- restaurante
que comandaban junto con la vieja, Nunca
supe de donde te venía el seudónimo,
pero tengo guardado en algún lugar de la memoria algo así como “Borento,
servime otra ginebra” y vos con el “Clifton”
entre los labios, celebrabas alguna ocurrencia de un potencial borracho con una
sutil sonrisa que se velaba entre el humo del cigarro.
Pero volvamos a tu sueño, el de imaginar un próspero
futuro para todos, lo pensaste varias veces supongo, te daba vuelta la idea en
la cabeza pero no se lo comunicabas a la vieja por temor a que te diga ¿para qué tan lejos? ¿Por qué
no vamos a Lincoln? Ahí los chicos
también podrán estudiar, eso te hubiera dicho quizá
Sin embargo vos soñabas despierto con la posibilidad
de trabajar de sol a sol como quién dice para despegar, como si hubiera que
despegar de algo. No nos faltaba nada, pero “los
sueños, sueños son” como repetiría Berugo en la tele mientras tomábamos
mate en la cocina de Lincoln muchos años después. Una vez, mirando ese programa
me miraste y en una de las pocas frases que articulaste en la tarde me dijiste “Este
Berugo es un artista completo” y te metiste nuevamente en tu mundo de sano
ostracismo.
Me hubiese
gustado que me contaras más anécdotas, como aquel relato de tu primo loco que
conducía el “autogiro” o las picardías que hacían con tu primo “Mito” en Buenos Aires, por ejemplo, cuando
generaban la psicosis colectiva con sólo mirar para arriba y la gente también
lo hacía hasta formar un grupo numeroso y luego irse como quién no quiere la
cosa antes que se avive la multitud de que no había nada que mirar.
La
intromisión a tu mundo, me sugirió una melodía; la misma me transporta a la
playa, siento en la cara la brisa del
mar, escucho la espuma de la cerveza que cae en el vaso vacío y vislumbra el
primer trago que es el más gratificante. Despacharíamos a dos manos los
refrescos y las minutas redondeando una muy buena temporada de verano con toda
la familia laburando codo a codo. Los
sueños, sueños son y aquí se convierten en realidad, como decía Berugo ¿te
acordás?