Patty & Patty
Ed Pareta 2/2/2019
Los ’70 Relatos
de la década que no entendí
No sé porque me impacto escuchar sus nombres en la
radio o mirar las imágenes en el vespertino La Razón que se recibía todas las
tardecitas en casa. ¿Será porque a continuación de sus nombres se encontraba el
adjetivo “Terrorista”? no estoy seguro si era en los dos casos o lo imaginé en
uno de ellos. Patty Smith y Patty Hearst, esos dos nombres se incorporaron a la
lista de enigmas a dilucidar en otro momento, por entonces no pude, sólo me
atraían sus respectivas imágenes y me preocupaba el fin último que sus actividades
suponía. Eran, en cierto modo, puntos de
fuga o puntos impropios proyectados por paralelas. En el mismo vespertino “Descartes” un día, me quede mirando fijamente por un rato la foto de Patty
Hearst con una ametralladora en sus manos vistiendo ropa de fajina combatiente,
era un ícono de la contracultura pero yo no lo sabía. La idea del mundo era de
una manera en ese tiempo y en esas coordenadas. Ese mundo estaba amenazado por
un fantasma que no solo recorría Europa sino todo el mundo: el comunismo,
entonces, todo lo que no estaba etiquetado, era plausible de encasillar en la
gran amenaza que vino a reemplazar al viejo de la bolsa, jubilado un poco antes
de la llegada del nuevo monstruo que se comía los chicos vivos. Esta amenaza, a
diferencia del viejo de la bolsa, era universal, temida y transmitida por mucha
gente, entre otros, “La flaca”, profesora de geografía de la escuela normal de
Lincoln, yo le creía, Todos le creían. En esos días la palabra de una profesora
era indiscutible, no contábamos con
elementos para refutar ideas políticas y además, la palabra de un profesor era
“palabra santa”. Era una de mis profes preferida, siempre amable, hablaba con un
tono bajo invitando a la reflexión, elegante, se paseaba entre los bancos con
un tapado largo azul y un perfume sobrio, no hacíamos el consabido “quilombo”
que corresponde a un curso secundario.
El caso es
que Patty Hearst, fue secuestrada por el SLA (Symbionese Liberation Army) para pedir dinero por el rescate a su
abuelo millonario William Randholph Hearst, aunque en sus declaraciones ante el
tribunal que la juzgó en 1976 ella declaro que la sometieron a abusos y
maltratos, Patty se plegó al movimiento e hizo algunas acciones para el grupo,
por ejemplo, robo de una sucursal del banco Hibernia,
el 5 de abril de 1974, a ese evento se
corresponden las fotos que se popularizaron mundialmente, joven, bonita y
millonaria, sin embargo, terrorista, seguramente serían los comentarios de la
gente al ver las imágenes disruptivas que traspasaban el “sentido común”. Su
nombre de combate era “Tania” en homenaje a la compañera de milicias del “Che”.
Hubo luego caracterizaciones psicológicas para establecer si se trataba del
“síndrome de Estocolmo” o si por el contrario, Patty también tuvo su momento de
cambiar el mundo que duro algo más de un año. Fue indultada definitivamente por
el presidente Clinton en las últimas semanas de su mandato luego de un indulto
parcial con que fue beneficiada por el presidente Carter.
Que suerte que el mundo queda tan lejos decía en
alguna de sus tiras Quino a través del personaje Susanita, no había amenazas,
todo era armonía en el pueblo, a lo sumo, algún robo de gallinas, alguna pelea
un sábado a la noche en los bailes populares producido por miradas inoportunas,
infidelidades reveladas o celos de machos alfas que no consiguieron la atención
de la mujer que desean, el mundo con sus desastres quedaba lejos, las guerras,
las guerrillas, los derrames, las inundaciones, las epidemias, los terremotos
eran vistos en el vespertino o escuchados en la radio y comentados con una
mezcla de asombro, pena y un dejo de alivio porque justamente, todo eso pasaba muy lejos de
nuestro pueblo y más lejos aún de nuestro barrio.
La otra “Patty”, Patty Smith, miró y mira con sus
ojos, uno levemente desviado, otra visión del mundo. Fue activista en contra de
la guerra de Vietnam y esto sólo, la ubicaba en el lugar incómodo de pensar
distinto a la gran masa pétrea del pensamiento único. Pensamiento que se
establece con métodos non sanctos
apelando a una supuesta “Razón de estado” o “Seguridad nacional” donde toda
acción o estrategia queda homologada y debe ser avalada por toda la población,
al menos, esta es la intención de los que detentan poder y no quieren modificar
su status. Hace poco, me “interné”
con devoción en las páginas de su libro “Éramos unos niños” para aventar mis propios miedos cristalizados
desde entonces, por eso creo que en aquel momento la asocié con la palabra
“terrorista”, me faltaban vocablos para definir a personas o situaciones,
quizás no lo decía el vespertino, yo mismo le agregue el adjetivo, para
“salvarme” para que todo vuelva a estar etiquetado y dormir en paz.
En el libro, “La sacerdotisa del punk” describe gran
parte de su vida con su compañero de arte y de la vida, el fotógrafo Robert
Mapplethorpe y en algún lugar de los
manifiestos realizados por ambos, dicen: “Nuestra arma es el arte” al leer
esto, levanté la vista y respiré hondo, quedaba así, saldado un enigma de la “amada imaginación que nunca perdona”.