viernes, 16 de noviembre de 2018

El Negro jefe y Ramón


El Negro Jefe y Ramón.
Los ´70, relatos de la década que no entendí
Ed Pareta 14/11/2018
(Dedicado a mi amigo J y a "Negro" y "Ramón", ocasionales compañeros de la música con quienes me divertí mucho - in memoriam))

Mi amigo J me contó un hecho que quedó en el anecdotario como algo cómico para compartir en los asados y reuniones, sin embargo, el ambiente social y político donde se produjo, era muy complicado y nos remite a los años 1974 o 1975 donde el peronismo estaba dividido en dos fracciones a derecha e izquierda, esto implicaba enfrentamientos entre ambos bandos. La particularidad es que en Lincoln gobernaba un intendente del espacio político del “PI” (partido intransigente) una excepción replicada en pocos municipios en todo el país. Un grupo de militantes peronistas decidió tomar la intendencia o quizás realizar una agitación, un objetivo menor  que “mueva el avispero”. Apelo a mi memoria e imaginación para contar dicho evento.

El “La” menor en forma de arpegio descendente de la marcha peronista invadía toda la avenida, resonaba especialmente en la esquina de Massey y Belgrano donde estaba antiguamente la confitería “Las Vegas”. Unas cincuenta personas avanzaban por la calle en dirección al municipio portando pancartas y banderas. La movilización la encabezaba la banda de música cuyo director era “El negro jefe” quien tocaba el trombón, secundado por “Ramón” o “Reimon” percusionista que por su renquera, era trasladado en una especie de carroza con ruedas lo que le daba una impronta de rey plebeyo. No sé si ese día “Tronó el escarmiento”, pero lo que es seguro es que sonó fuerte el trombón. El sonido del “sacabuche” hacía vibrar los escaparates metálicos del kiosco de Avalos y los carteles de “Oferta $99, 99” de las prendas de la tienda Galver aún adentro de la vidriera. La gente que caminaba por la vereda se tapaba los oídos para preservar la capacidad auditiva, semejante a cuando pasa una autobomba con su sirena. Más atrás, mi amigo J con su saxo tenor y un trompetista, luego el resto de la gente.  El liderazgo general lo ejercía el negro quien con su instrumento marcaba el rumbo de la concentración, cuando lo dirigía para adelante y hacia arriba cual despegue de avión, había que avanzar, en cambio cuando se daba vuelta y miraba para atrás, todo el mundo se detenía. El segundo en jerarquía era Ramón y cuando el jefe emitía una orden, Ramón decía ¡!!All right!! y se ejecutaba. La señorita Magdalena al ver el tsunami de gente, se cruzó en dirección a la plaza haciendo la señal de la cruz, los perros de la plaza Rivadavia mantenían una asamblea permanente y ampliada por si había que hacer una defensa gregaria, algunos comerciantes del centro cerraron las cortinas de sus negocios para prevenir desmanes. La rutina del pueblo se alteró y contrastaban dos grupos definidos, uno, el que llevaba la acción, conformado esencialmente por jóvenes quienes al cantar la marcha, ponían énfasis y separaban en sílabas la parte que dice “…Sos el primer tra ba ja dor”,  el otro grupo heterogéneo, conformado por los observadores pasivos y aquellos que apuraban el paso para salir rápidamente de la situación.
Nadie detuvo a la caravana pero cuando llegó a lo que es hoy el patio cívico había un panorama de guerra, policías como para hacer dulce, apostados en los puntos estratégicos del palacio municipal y hasta en la terraza los había con cascos y armas largas. Ante esta situación, el “Negro jefe” cambio su alegría militante por la expectación propia de un estratega, con un rápido paneo del lugar y revisando los enunciados de Clausewitz dio media vuelta y mirando a su gente pronuncio un breve y emotivo discurso:
“Compañeros: Estos hijos de puta pidieron refuerzos a la cana de Junín, tenemos que abortar el plan “A” y el “B” estamos en inferioridad, vamos a guardar energías para lo que se viene”
Mirando a Ramón le ordeno enérgicamente:
-  Hace ritmo de marchinha
-         All right dijo Ramón y acomodándose el bastón arremetió  el parche con los dos palillos. Se escuchó algún que otro ¡!!Viva Perón carajo!!!!
Todos se dieron vuelta y mirando en dirección al club Argentino, comenzaron a marchar y bailotear en sentido contrario, ahora el arpegio descendente era “Fa” mayor y tenía menor carga dramática.

 “Mamaeu, eu quero mamaeu, eu quero
Mamaeu, eu quero mamar
Dà a chupeta, ai, da a chupeta
Dà achupeta pro bebe nao chorar…..”

viernes, 2 de noviembre de 2018

Pesos Pesados / Los ¨70. Relatos de la década que no entendí


Pesos pesados.
Ed pareta 2/11/2018

Me imagino ese lunes 7 de diciembre de 1970 a la noche en la cocina de mi casa, vísperas de feriado en la ciudad de Lincoln, María inmaculada es la patrona de la iglesia principal y por lo tanto, el 8 son las fiestas patronales, además es el día que se arma el arbolito y es el comienzo oficial de lo que se denomina “espíritu navideño” o sea, esa etapa del año donde muchos olvidan los rencores y se vuelven “buenos”, al menos, es lo que yo creía por entonces. Mi vieja posiblemente cocinó pizzas, una de mozzarella y otra de anchoas, esas que te dan mucha sed al rato de ingerirlas, todo ese contexto, era semejante a un sábado, como si esto fuera poco, había box, dato sabático inconfundible y no era cualquier pelea, era “La pelea del siglo” por lo menos, así se vivía en Argentina, se enfrentaban en el Madison Square Garden de Nueva York dos pesos pesados. Mohamed Alí y Ringo Bonavena.
El cuadro era  así: el sonido de la radio con el inconfundible relato de Osvaldo Caffarelli y algunos ruidos incidentales propios de una cena, ruido de cubiertos, de vasos llenándose con el vino de mesa y el consabido chorro de soda, el ruido que producía mi vieja al “espiar” el horno para ver si la otra pizza estaba lista, comentarios de mis hermanos con alguna orden doméstica y nada más, mi viejo no aparentaba mucho interés pero cada tanto lanzaba un comentario: “Allá tenés que ganar por nocaut si no te roban la pelea”. Caffarelli se empeñaba en llamarlo Cassius Clay cuando lo nombraba a Alí, lo mismo hizo Ringo para provocarlo  en el pesaje, en un bizarro contrapunto le repetía Clay!!! Clay!!! Clay!!! Y Alí le respondía Mohamed Alí!!! Mohamed Alí!!! Mohamed Alí!!!. Luego de ganarle a Sonny Liston en 1964 Cassius Clay adoptó la religión musulmana y cambió su nombre a Mohamed Ali. Este cambió generaba resistencia porque no era solamente un enroque onomástico, era una toma de posición, cambiar el nombre de los apropiadores de sus ancestros por un nombre elegido por él.
Yo hinchaba por “Ringo” como todos en casa, se me ocurre que porque era “nuestro” y era el “bueno” también llamado “la esperanza blanca” porque salvo el alemán Karl Mildenberger y el, no había muchos blancos en la categoría pesados. El contrincante era “el malo” y el “extranjero”.
El pesaje de los boxeadores es una especie de mise en scene montado para generar interés en el público donde los contrincantes muestran su “cara de malo” y dicen cosas ofensivas para con el otro, Ringo lo hizo enojar a Ali al decirle “Chicken” o “Acá hay olor a negro” pero también lo hizo reír con sus ocurrencias al punto que Ali tuvo que retirarse conteniendo la risa, no estaba en los planes reírse en ese contexto. Lo de “gallina” se lo dijo por el hecho de haber desertado del ejército de EEUU cuando fue convocado para la guerra de Vietnam, hecho que le costó a Ali procesos judiciales y el retiro de su habilitación como boxeador.
Volviendo al sonido de mi casa,  además de las tìpicas frases: “pásame el vino” “córtame otra porción” lo que se escuchaba eran interjecciones conforme pasaban los rounds y los “uppercuts” de derecha o los “Jab” de ambos boxeadores, entonces se escuchaba: “Ughhhh” “Ufsssss” “Ahhhhh” para luego hacer silencio y seguir el desarrollo de la pelea, la misma duró quince rounds a pesar de las expectativas de un nocaut prematuro pronosticado por ambos, como sentenció mi viejo, Ali ganó por puntos a pesar  de que Ringo hizo una muy buena pelea, seguramente en casa se vivió como una decepción rayana en la tristeza con algún comentario acerca de una injusticia en los fallos, Por lo menos, tendrían que darle un empate” comentó mi viejo resignado. Mirado a la distancia, no fue así, Ali ganó bien. Luego del final, Ringo le susurró al oído a Alí : “No creas lo que te dije antes, lo hice solamente para calentar el ambiente”. También a la distancia “El malo” se transformó en “el bueno” porque reconozco en ese hombre la valentía de plantarse y no ir a pelear a una guerra con gente que no le había hecho nada malo a él, en otras palabras, ese fue el argumento de su decisión que le valió muchos dolores de cabeza. El “bueno” no se transformó necesariamente en “malo” me quedo con la imagen del Ringo ocurrente, divertido, un niño encerrado en un cuerpo grande, como lo definían algunos o el mismo que en el año 1974 recorrió varios países portando una remera con la inscripción “The Malvinas are Argentina´s” y desecho a ese Ringo racista y fanfarrón.
Se me ocurre que estos dos tipos, así como Juan López y John Ward, podrían haber sido amigos pero les tocó en suerte enfrentarse en un ring para satisfacer sus propias ambiciones de gloria, las ambiciones comerciales de unos pocos y el morbo proyectado de millones de personas.
Hay una teoría que dice que los sonidos no se pierden y quedan “boyando” en el espacio, yo tengo guardados los sonidos de esa noche vísperas de feriado escuchando la transmisión de la “pelea del siglo” en la cocina de mi casa con mi familia.