domingo, 3 de marzo de 2019

Triunfo Agrario



        imagen: Jesus Ruiz Durand.

Triunfo Agrario
Ed Pareta 3/3/2019


Ese día sonó insistentemente una canción en el pueblo. Era un sábado, más precisamente el 25 de agosto de 1973, fui a hacer un mandado al centro que dista a cinco cuadras de mi casa. El tiempo estaba bueno, templado y con un viento típico de agosto.
La sucesión sonora era la siguiente: se escuchaba un tema musical y luego palabras en forma de proclama (que no formaban parte de mi mundo de interés por entonces), hablaban de un congreso o parlamento agrario que se llevaría a cabo en Lincoln ese mismo día. El auto con las bocinas arriba del techo pasaba una y otra vez. Daba vueltas alrededor de la plaza Rivadavia y conforme se alejaba, el sonido se diluía para retomar con fuerza en algunos minutos cuando la propaladora doblaba por Av Massey en dirección al Supermercado Salcines. Me inquietaba la música y en especial su letra “…Este es un triunfo agrario pero sin triunfo nos duele hasta los huesos el latifundio…” la voz de Mercedes Sosa  invadía la calle describiendo geografías de América en el aire. ¿Cómo es esto de un triunfo pero sin triunfo? ¿Qué quiere decir latifundio? Cuando llegue a casa, le preguntaré a mi padre, él anda con todas esas cosas. ¿El campo de los irlandeses es un latifundio? Cuando era chico en El Triunfo escuchaba nombrar el campo de los irlandeses como si fuera un mojón “Del campo de los irlandeses, dos chacras más adelante como quien va al Morito”.
Entonces, el latifundio, se me ocurre,  es algo malo. En la perorata decían “Abajo el latifundio, reforma agraria Ya”.  Luego, la voz de “La Negra” nuevamente ponía la piel de gallina “…Y cuando será el día pregunto cuando que por la tierra estéril vengan sembrando todos los campesinos desalojados…”.
“Triunfo agrario” la canción de César Isella y Armando Tejada Gómez, sonaba una y otra vez mechado con las palabras que infundían bríos, como un inquietante “Loop”. El triunfo es una danza del folclore argentino que surgió en la guerra de la independencia (1809 – 1824) para celebrar la derrota de los españoles en Ayacucho, de ahí su carácter épico y alegre.
Caminé las cinco cuadras hasta mi casa, canturreando la canción que me cruzó por primera vez. Algo tiene que pasar, algo va a cambiar pero no entiendo que es lo que debería cambiar, el triunfo que ahora sonaba más lejano me ayudaba a caminar rítmicamente. Cuando cursé  la primaria en la escuela Nº 2, me acostumbré a contar las cuadras, hacía un promedio de un minuto por cuadra con el hambre del mediodía  como motor y pensando en la rica comida que me esperaba en casa, por ejemplo: La Belgrano está a cinco cuadras, la Ameghino a 4, la Pellegrini a 3, La Gral Paz a 2 y la Balcarce a 1.
Llegué a casa, entregué la bolsa de los mandados y el vuelto. Seguí cantando lo que se me había pegado “…Nos duele hasta los huesos el latifundio…”  
-         ¿Qué estas cantando? – me preguntó mi madre
-         Algo que escuché por ahí
-         Mami: ¿Los huesos duelen?