sábado, 6 de junio de 2015

Todo me pasa a mi / Este texto forma parte del espectáculo "Lo que cuentan las corcheas"


Todo me pasa a mí


Según retrata James Gavin en La larga noche de Chet Baker, Everything happens to me es “una canción de las que suenan en los bares a las dos de la madrugada y en que los dioses conspiran para reducir la vida de un pobre inocente a una rutina de pillar resfriados y perder trenes”.
Pues Chet estaba dispuesto a pillar resfriados y perder trenes con tal de que una y otra vez Matt Dennis cantara este tema al piano en el bar mexicano Esther, de Manhattan Beach.
La rutina era llegarse hasta el Esther a la madrugada luego de tocar en algún club de jazz, y acodarse en la barra lo suficientemente cerca de Matt para que este oyera su pedido y, cuando accediera, Chet pudiera regodearse con la letra de la canción. Todo esto al calor de un trago fuerte que le hiciera olvidar a Sherry, una joven que había conocido en el mismo bar y de la cual se enamoró, pero cuya relación terminó.
Los melómanos del mundo agradecen este desencuentro amoroso, y ponen una y otra vez en sus equipos de música a Chet Baker cantando y tocando Everything happens to me: “Me enamoré, hipotequé todos los castillos en el aire. Tendrías que estar conmigo, nada me sale. Todo me pasa a mí, intento dar una fiesta pero el tipo de arriba se queja, quedo para jugar al golf pero llueve. Todo me pasa a mí”.
Se regodean con la melancolía de su voz y su trompeta como una sola fuente de tristeza y profundidad, atrapados en un carnívoro sillón y con los pies descalzos en una alfombra, de esas que cambian el sentido del paso.
Los cronopios seguirán pillando resfriados y perdiendo trenes y amores con tal de que otros melómanos disfruten de la música en algún living o en un club nocturno del rincón menos pensado del planeta. Se cumple así la ley de las compensaciones.