sábado, 25 de septiembre de 2021

Palito

 

Una noche de verano del año año 2012, Palito Ortega hizo un gran show en el balneario municipal de Carhué. Compartió el cartel con “La dama del cacao” quien cantó tangos acompañada por dos guitarristas. La laguna y la noche cálida, fueron el marco de una jornada que para muchos;  quedó en la memoria. Para mí también dado que participé como músico en la banda de Ortega que dirigió Lalo Fransen.

Unas diez mil personas se instalaron cómodamente en sus respectivas sillas, algunos vecinos, las trajeron desde sus casas. Ya en la prueba de sonido a la tarde, se palpitaba la expectativa del show, las personas que decidieron instalarse desde temprano, matizaron la espera con mates y bizcochitos. No quisieron perderse nada y de esa manera; accedieron a un lugar cerca del palco.

Miré desde arriba como se iba poblando el predio, una brisa salada llegaba pronosticando que la fiesta sería aún mejor que la víspera. Me imaginé que así habrían sido esas noches estivales en temporada, sobre todo en la vecina Epecuén, antes de la criminal inundación que termino con el balneario. Mucha gente veraneaba en la laguna para zambullirse en las saludables aguas con alto contenido en yodo.

Luego del sound check , nos fuimos con los músicos y técnicos a darnos  un baño reparador al hotel, cenamos y volvimos al balneario dispuestos a no defraudar a toda esa gente y dar un buen espectáculo.

“La dama del cacao” quien fuera por algún tiempo, la heredera de un emporio exportador de cacao y chocolates; abrió la parte musical de la noche como “telonera”, con un repertorio de tangos y milongas clásicas. Me sorprendió. Cantó muy bien y mostró mucha soltura escénica.

Luego, el plato fuerte: el “Rey” con su atuendo blanco, presumiendo de que su estado físico y especialmente su voz, lo mantenían en carrera. Inició una recorrida por todo el repertorio que abarca cinco décadas ininterrumpidas. Se animó a tocar la batería y hablo sobre la influencia de Elvis Presley en su vida artística, dijo algo así como que “todos por entonces queríamos sonar como él

Una vez comenzado el show, se vio una multitud apasionada y muy atenta a los distintos climas del mismo, pero a su vez: ordenada. Nada podría irse de control aquella noche, como en un semáforo de una calle de Tokio a la hora pico.

El momento más emotivo se produjo cuándo “El autodidacta tucumano” dijo unas palabras acerca de un amigo que la vida le había arrebatado en forma temprana, mientras hablaba, comenzó a rasguear su guitarra: recitó la letra y el público no sabía de quien se trataba hasta que en la pantalla que cubría la parte posterior del escenario, apareció la imagen de Sandro;  explotó en ese momento un estruendo de exclamaciones seguido del llanto de muchos de los presentes. ¿Un golpe de efecto? Quizás, pero lo que me quedó claro es que los artistas populares se meten hasta las vísceras en el imaginario colectivo.

Antes de terminar, para darse un gusto personal; cantó “Sabor a nada” de Dino Ramos. Terminó bien arriba con “Tengo el corazón contento” y esa canción fue el reflejo de esa noche de concierto. Luego los bises con el típico canto de “Una más y no jodemos más” que se universalizó como un pedido culposo y piadoso de los recitales. Esta gente también tiene que descansar, diría mi abuela.

En los años setenta había dos cantantes populares en el país, ellos eran: Palito y Sandro. Discutíamos con mi amigo Julio con respecto a ellos. Estábamos en bandos diferentes en esa grieta, yo era de Sandro y él era de Palito. Palito es más espontaneo me decía Julio; tratando de llevarme a su parcialidad. Sandro, es el símbolo de lo latino, de lo panamericano. Con sus contorsiones y tembleques  proyecta una especie de rayo seductor colectivo, le decía para traerlo a mi bando. Ramón Bautista llega al corazón de la familia argentina, simboliza la lucha de alguien que se hace desde abajo y conquista al público desde otro lugar, retrucaba Julio ampliando sus argumentos. Esa discusión, nunca fue saldada.

El protocolo del sentido común, si existiera tal especie, indica que a dos instituciones de esta dimensión; “La dama del cacao” y “El trovador de las familias” los tiene que recibir el intendente del pueblo. Así pasó esa noche luego de finalizado el concierto; el intendente de Carhué, los recibió en la municipalidad y les entregó souvenirs de la última de las encadenadas. “La dama del cacao” como no podría ser de otra manera, les entregó a las otras “Instituciones”: chocolates de la mejor versión de su fábrica.

Luego de esa ceremonia íntima que pudimos espiar a través de la cortina de la municipalidad, emprendimos el viaje de regreso.

“Palega ortito” como lo nombraban algunos en una suerte de lunfardo que cambia el orden de las sílabas: se sentó en el micro con ganas de compartir los chocolates que le habían regalado con sus músicos y técnicos, y además, acompañarlos con alguna bebida espirituosa. Paramos en un kiosco a la salida del pueblo y el “Rey” mandó a un asistente de su producción a comprar un whisky que sea bueno, cuando vino el asistente con la botella, fue inspeccionado por el “changuito cañero” Quien dijo en voz alta: Gracias, pero deben tener algo mejor. Decidió bajar el mismo para la elección del Scotch para sorpresa del empleado del “Open 24”  Efectivamente, tenían uno que “arrimaba el bochín”

Ya con los insumos necesarios para matizar un viaje largo, emprendimos el regreso. El chocolate se repartió en forma equitativa entre los que decidimos no dormirnos y el líquido era suficiente. El ex gobernador de Tucumán, puso videos de antiguas actuaciones suyas como cantante, vimos un concierto completo en Chile y comentó algo sobre el paso del tiempo.

Transcurridas las horas, nos quedamos solos, casi todos los compañeros se fueron a dormir a las cuchetas del micro, a mí siempre me costó conciliar el sueño en los viajes.

Le pregunté si se acordaba de la actuación en Lincoln en los años setenta, claro que sí. Fue en un club enorme y estaba colmado de gente – me dijo. Recordamos al gran baterista “Pocho” Lapouble que, a la sazón, era quien dirigía su banda. También le pregunté por Rubén Barbieri quien fuera mi profesor de trompeta y también integró su orquesta.

Esa noche, tuve la sensación de encontrarme con un tío a quien hacía mucho que no veía y me contó sus aventuras, me quedé con la mejor versión de su persona.

Los viajes y el chocolate  mejoran la visión del mundo. 

sábado, 11 de septiembre de 2021

 

Sarmiento

Crónicas de viaje

Si venís desde el norte, podes tomar Sarmiento doblando a la derecha en Cerrito antes de que se convierta en Lima, en cambio, si venís desde el sur, la tomas doblando hacia la izquierda en Callao, pero si seguís por Sarmiento, podes llegar hasta el parque Centenario. Al prócer que le dio nombre a esta arteria urbana también lo podes abordar desde distintos tópicos ya que fue maestro, militar, escritor, presidente, senador, periodista.

Polémico, contradictorio y visionario, agrego. Cuando me interesé un poco más en la literatura, siguiendo la premisa de Borges, a saber, leer más que escribir, escuche muchos elogios de Sarmiento como escritor,  conseguí un ejemplar de Recuerdos de provincia de esos que están en la mesa de ofertas, de papel rústico y tapas duras (Cosidas y pegadas) esas ediciones me gustan mucho, también un Facundo “de bolsillo”.

El verano pasado, siguiendo el impulso de una epifanía, llegué a San Francisco del monte de Oro – San Luis; un lugar que no está comprendido en el circuito turístico habitual. No sabía que en este pueblo, Sarmiento fundó la primera escuela del país cuando tenía 15 años, vivía por entonces con su tío el fray José de Oro. Cuando pregunté si el nombre del pueblo se debe al fray, las opiniones estuvieron divididas, algunos afirmaban esa hipótesis, pero otros, dijeron que se debe al contenido de mica que tienen los cerros, entonces, cuando se baja desde la ruta hacia el pueblo a la tardecita, se ve un reflejo dorado por la luz del sol y por ello se llama “Monte de oro”. Pero lo que más me impactó, es que los que me contaron anécdotas de Sarmiento, lo hicieron como si transcurriera en un presente eterno, como si el cuyano alborotador viviera todavía en ese lugar y fuera posible verlo con tan solo doblar una esquina. Los parroquianos, con la impronta de un chisme de barrio, relataban con cierta tendencia a la exageración, como se debe, las razones por la cual el joven Domingo vivió ahí: “A Sarmiento lo mandaron a vivir con el tío porque la madre no lo aguantaba más en su casa” “Lo mandaron con el tío para ver si se enderezaba de una buena vez” esto demuestra el aspecto L’enfant terrible  de su personalidad relativizado en las biografías de la historia oficial, se me ocurre que hubieron de opacar el Oro para que resaltara el bronce.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Choferes II - Elbio

 

Choferes II

Elbio

 

En las giras largas, el “Langa Solís” contrataba al Cordobés, que era un hombre con un volante redondo como extensión de su cuerpo, podía manejar miles de kilómetros sin bajarse del micro, era feliz conduciendo y contando anécdotas o chistes mientras alguien le alcanzara un mate y lo escuchara.

Los viajes con Elbio Mazzuco, así se llamaba el cordobés, eran divertidos y se hacían más cortos. Cuando se acercaba a una caminera, se producían momentos muy cómicos, el “Gordo” Elbio gozaba diciéndoles datos equívocos, a sabiendas de que tenía todo en regla en el vehículo.

Los camineros, luego de una inspección detallada del micro, le preguntaban  a quien transportaba, a músicos les contestaba Elbio, entonces, atendiendo al prejuicio sobre la bohemia de los artistas, le pedían autorización para subir y revisar las cuchetas para, presumiblemente, encontrar drogas. Ante el resultado negativo sobre la portación de estupefacientes, los policías volvían a la carga y se escuchaba un dialogo así:

-          ¿A quién dijo que transporta?

-         Al conjunto Los Harlem Globetrotters.

-         ¿Qué música hacen?

-          Cumbia

-         ¿No tendría un compact disc para llevarle a mi mujer?

-          No, de ellos no me queda pero te puedo dar uno del “Langa” Solís.

 

Los coimers se empezaban a avivar que les habían tomado el pelo pero ya era tarde, Elbio ponía primera con una sonrisa dibujada en su rostro, miraba por el espejo interior para buscar complicidad, nos reíamos y pensábamos; zafamos nuevamente pero algún día vamos a quedar pegados.

Un día de feriado nacional, íbamos viajando a Chos Malal desde Neuquén capital por la ruta 40, nos paró un retén de la Gendarmería nacional y con caras de pocos amigos, subieron al micro. Un gendarme empezó a contar en voz alta a las personas que viajábamos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14. Cuando concluyó, Elbio le dijo: 15 te gané. Nos miramos todos porque  pensamos que quedaríamos demorados. No pasó nada, el gendarme hizo Oídos sordos y se bajó molesto sin decir más palabras.

La adrenalina de las situaciones problemáticas que se generaban en los viajes, lo ponían eufórico. Una noche en Santa Rosa (La Pampa) el dinero para pagar el show del “Langa” no aparecía y luego de muchos cabildeos, hubo que desarmar los equipos y retirarnos sin tocar. El local estaba colmado de gente y las consecuencias podrían ser tremendas para todos nosotros porque los ánimos se caldearían en la provincia del caldén.

 Los plomos comenzaron a desarmar con el mayor disimulo posible los equipos y los iban cargando en el micro. Para tapar el operativo “retiro”, dos músicos simularon una discusión en un rincón alejado del escenario, la controversia inventada era la siguiente: Beto sospechaba que Mario merodeaba por su casa para conquistar el corazón de su hija adolescente y eso no se lo iba a permitir. Yo te conozco, le decía Beto, vos sos un mujeriego y te quiero lejos de mi hija ¿me entendiste? Pero yo estoy enamorado de tu hija Beto, ¿qué parte no entendés?  Y Yo te voy a cagar a trompadas ¿Qué parte no entendes? No te quiero ver ni cerca de mi casa. Yo voy a cambiar te lo prometo. Ni se te ocurra, yo te mato, acordate lo que te digo. El tono de la discusión fue subiendo y estaban a punto de agarrarse a las piñas.

Las actuaciones fueron muy convincentes  y atrapó la atención de gran parte de la concurrencia. Cuando los plomos terminaron de cargar, les hicieron una seña con el pulgar a los “actores” quienes  se fueron a los gritos hacia la salida.

Algunas personas se empezaron a avivar que el “Langa” no cantaría y se generó un murmullo creciente. Nos subimos todos al micro y Elbio se lanzó por las calles de la ciudad a toda velocidad.

Parecían Jack Nicholson y Will Sampson en “Atrapados sin salida” que hijos de puta, gritaba Elbio mientras pasaba las bocacalles en contramano y sin mirar.

Algunos autos nos siguieron para cagarnos a trompadas pero la maestría del conductor hizo que llegáramos a la ruta despistando a los perseguidores.

Otra noche de esta gira “Trágica y nebulosa”  íbamos a tocar a Luján con el “Langa” y nos enteramos de la triste noticia: Gilda se había accidentado cerca de Ceibas. Escuchamos en la radio, que entre los fallecidos en el accidente, estaba nuestro querido Elbio. Se produjo un silencio pesado, nos quedamos sin palabras.

El micro en donde tantas veces viajamos, se convirtió en el santuario que recuerda a Gilda. Quedó a la orilla de la ruta y las noches de baile, se escucha la risa del Gordo Elbio.

sábado, 10 de julio de 2021

Sugestión a la carta

 

Sugestión a la carta.

 

Cuando trabajábamos con él, sabíamos que algunas cosas pasarían. A mi compañero Gigio: le gustaban mucho las situaciones bizarras o  aquellas que se salían de lo común y mientras hacía vibrar la caña de su saxo tenor; relojeaba posibles hallazgos en ese sentido.

Estábamos haciendo la Temporada de verano en Mar del Plata con la orquesta “Los Ángeles”, se sumaba para completar el elenco el animador que llevaba el hilo conductor del espectáculo.

Él, se llama Oscar Di Tullio,  quien tuvo su cinco minutos de popularidad cuando condujo por la televisión un programa de juegos: “El casino del 9”.  

Con esta formación, tocábamos en “Ferimar” que era un gran galpón en la zona del puerto con puestos de venta de ropa y misceláneas, patio de comida y un show pensado para después de la playa. Los fines de semana, tocábamos a la noche en un restaurante céntrico.

La cena show en el restaurant se dividía en dos partes, una entrada de música instrumental mientras la gente comía, con un repertorio amigable con la digestión, tranquilo y sin sobresaltos. En la segunda parte, hacía su aparición Oscar: vestido de elegante frac negro, camisa blanca y moño al tono. Los zapatos acharolados de un brillo impecable. La muletilla para empezar su faena era la siguiente: Como suena la orquesta Los Ángeles fuerte el aplauso señoras y señores - Se producía el primer aplauso de la noche. El último tema instrumental de la segunda parte era De Buen Humor  (In The Mood) entonces el animador redoblaba la apuesta interpelando a los presentes: ¡!!No tiene nada que envidiarle a la orquesta de Glenn Miller señores!!!.- Y el aplauso se renovaba con más fuerza. Luego venía una parte de música cantada para bailar y más tarde, cuando la playa había sido conquistada y el músculo y los reflejos estaban aletargados por efecto del alcohol; el animador hacía su propio show.

Voy a relatar aquí lo que pasó un día, de esos en que se reiteraba el formato que tenía éxito, o eso al menos era lo que creíamos.

Preguntó en primer lugar si había matrimonios que cumplían años de casados, siempre había algún aniversario, una mujer levantó la mano, el marido miró a su compañera y se mostró sorprendido. Los hizo pasar para homenajearlos. Todo lo hacía con una aparente solemnidad y ubicando bien los tonos de su alocución:

-         Hermosa pareja que hoy cumple años de casados ¿Cuántos años de casados cumplen mi amor? – le decía a la mujer

-         Cuarenta

-         ¿Cuarenta años? Esto merece un gran aplauso. El público esperaba la evaluación del conductor sobre los momentos en que debería aplaudir y obedecía.

-         Y voy a ser curioso: ¿Qué te regalo el caballero?

-         Una cadenita

-         ¿Cuarenta años y te regaló una cadenita? Y seguro que es enchapada. Miraba buscando la complicidad de la gente y se produjeron las primeras risas. El hombre se rio también.

-         Pero que miserable, con todo respeto lo digo eh- Miró al “caballero” para tantear si podía seguir en esa línea.

-         ¿Cómo es su nombre caballero?

-         Ricardo

-         Ricardo, muy bien: ¿a qué se dedica Ricardo? Antes de que el hombre, a esta altura “la víctima”, pudiera responder, el alejó el micrófono y dijo lo que supuestamente le había respondido el entrevistado.

-         Traficante muy bien. El público soltaba una carcajada con ganas.

 Está bien, cada uno hace lo que puede para ganarse la vida- remató como para suavizar. La víctima movió su dedo índice de un lado hacia otro para negar lo que dijo el animador.

Entonces, esa situación le daba pie para contar un chiste:

-         Resulta que me encontré el otro día con un compañero de la escuela, le dije ¿Cómo andas Alfredito tanto tiempo? Acá andamos, ¿A qué te dedicas? Trafico órganos humanos. Me contestó mi amigo. Tú no tienes  corazón, le dije. Ahora no tengo, pero recibo uno la semana que viene. Este chiste no era de resultado unánime, algunos ponían cara de repugnancia.

-         Volvemos a la pareja que estamos homenajeando. ¿Cómo se comporta el caballero?

-         Bien,

-         ¿La trata bien? ¿Le trae regalos?

-         Sí, regalos…

-         Cada cuarenta años, ya veo. Bueno, no pierda la esperanza, cuando cumplan ochenta años de casados le va a traer una cadenita de oro.

Cuando percibía que el “homenajeado” podía resistir un poco más, lanzaba su misil más agresivo:

-         Le hago una pregunta caballero: ¿Usted anda bien de la próstata?

-         Sí, ¿porque me lo dice?

-         No, porque lo observé que se levantó y fue muchas veces al baño.

En ese momento, el público estallaba en una carcajada homérica y nuestro “Don Francisco” sabía que había llegado al límite de lo posible y ponía su cara más seria y a continuación, peroraba con un monólogo tan kitsch como efectivo:

-         Esto que hago es una apelación al humor y a reírnos de nosotros mismos, espero que el caballero no se haya enojado. Lo miraba de reojo para corroborar  su estado y esquivar una potencial piña. Porque como dice mi amigo Jorge Corona; mala palabra es hambre, violencia, destrucción, no lo que hacemos los humoristas y conductores para pasar un momento agradable.

La gente lo interrumpió con un aplauso, ahora sí unánime y algunos gritos de ¡!!Bravo!!! Oscar se dio vuelta y miró a la orquesta como diciendo, zafé una vez más.

-         Invito a este hermoso matrimonio a sentarse con un fuerte aplauso y ahora hablando en serio,gracias por su sentido del humor caballero. Le daba la mano al señor y un beso a la señora.

Nos miramos con Gigio y sin decir palabra, pensamos que Oscar era un maestro de la psicología de la calle, aunque, coincidíamos en que el límite del buen gusto, lo había traspasado ampliamente.

Por esos años, había llegado a la argentina el ilusionista David Copperfield y revolucionó el concepto de show de magia que se conocía hasta entonces, había incorporado la levitación y otros efectos especiales. Oscar no dejó pasar ese dato e incorporó su propio show de ilusionismo, lo hacía al final de la noche. Se vistió con una capa negra y larga y se pintó los ojos. Para ese momento, nos encomendó que tocáramos sonidos incidentales que generaran misterio, yo puse la sordina a la trompeta y dibujé sonidos arriba de acordes con tensión “a lo Wagner” que producía la base de la orquesta.

Salía al escenario y la gente aplaudía con cierto nervio, no sabía si tomarlo en serio o no. Miraba con cara de pocos amigos y fijaba la vista en alguna persona que él consideraba vulnerable.

-         Señoras y señores, en esta parte del show, les pido la mayor concentración porque me demanda mucha energía y desgaste físico. Ustedes saben que se está presentando con mucho éxito en el país el ilusionista David Copperfield, bueno, les cuento que tuve la suerte de verlo en su hotel de Buenos Aires y me pasó algunos trucos para que incorpore en mi performance. A raíz de esto, y con la profesionalidad que me caracteriza, fui a tomar clases de levitación, llegué al lugar que indicaba el aviso y pregunté por el profesor: “Ahora baja” me respondió el secretario. Ahora llega el momento de mayor concentración. Pare la orquesta. Voy a invitar a alguna persona que quiera comprobar mi poder de hipnosis que me legó mi amigo Copperfield. Ustedes saben que no le cede a cualquier persona su secreto. En primer lugar: ¿Hay alguna persona impresionable en la sala? Si es así, le pido que en esta momento, salga a fumar o al baño. Bien, ahora: ¿Quién quiere pasar al escenario? Les recuerdo que esta prueba está muy probada y que nadie va a salir afectado, está chequeada por la sociedad argentina de cardiología. ¿Nadie se anima?

Al cabo de algunos segundos tensos, alguien se paró tímidamente de su silla y Oscar pidió un aplauso fuerte para la señora, por lo general, eran mujeres quienes se animaban a someterse a esta prueba. Entonces la mujer avanzó hacia el centro del escenario. Para darle más dramatismo al cuadro, le preguntó:

-         ¿Usted está segura de lo que va a hacer?

-         Sí - La mujer se rio nerviosa.

-         Bueno, le pido que a partir de este momento me mire fijo a los ojos, nada le va a pasar, confíe en mí,  deje los pensamientos para otro momento, sólo míreme fijo. Ahora sí le voy a pedir a la orquesta que me acompañe con algunos sonidos que nos lleven a un clima propicio. ¿Está lista? Bien, la voy a envolver con mi capa, usted no se asuste. A la cuenta de cuatro, usted se va a dormir.

La cubrió con su brazo derecho de manera que quedara semi oculta para él público. La capa cubrió el cuerpo de la mujer, sólo se veía la cabeza  como en un retablo de títeres. Le susurró cosas al oído buscando complicidad para llevar adelante el cuadro.

 

-         Bien, ahora sí. Silencio por favor. A la cuenta regresiva de cuatro, Usted se va a dormir. Cuatro, tres, dos, uno…

 

La mujer comenzó a aflojar suavemente la tensión muscular y se desplazó hacia abajo, Oscar hizo un esfuerzo para mantenerla de pie, trastabilló y miró hacia la orquesta como pidiendo ayuda. Reculó unos pasos y de reojo vio el waffle de sonido, se apoyó con una mano para no caerse y decidió salir de esa situación.

-         Bueno, a la cuenta de cuatro, Usted se va a despertar: cuatro, tres, dos, uno.

La mujer despertó con cara de asombro. El aplauso fue general, alguien se paró y lo siguieron todos.  Se escucharon los bravos ahora vociferados por más personas. En ese momento, con la orquesta, tocamos el tema de cierre. Era el final del show. Oscar saludó varias veces agachando su cabeza y abriendo sus brazos como el hombre de Vitruvio y luego, con un saltito elegante, desapareció de escena y se dirigió hacia el camarín, Tocamos una vuelta más del tema y crecían los rumores de satisfacción en la gente. Cuando se produjo el silencio de la orquesta, pusieron música funcional y nos retiramos también elegantemente. Cuando nos reunimos con Oscar en el camarín, estaba secándose la transpiración y parecía agitado.

-         ¿Ustedes pueden creer que la vieja se durmió en serio?