“El Desrutinizador de pueblos”
Los 70, relatos de la década que no entendí
Ed Pareta 1/12/2018
Existe, entre muchos oficios reconocidos, uno que no
lo es tanto: “El desrutinizador de pueblos” así como los juglares en el
medioevo, estos personajes, van por distintos lugares trocando una rutina por
otra que resulta novedosa para los moradores.
Un día sábado, no recuerdo en que año de la década
de los ´70, llegó un desrutinizador a mi pueblo, era un ciclista colombiano que
se proponía dar vueltas a la plaza principal durante 24 horas sin parar. Este hecho,
cambió el ritmo habitual y concitó el interés general, pero no todos estuvieron
contentos con la novedad, siempre en la sociedad hay escépticos y críticos
quienes en una mezcla de pronostico y deseo decían a quienes los escuchaban:
“Le va a agarrar una embolia” “No va a poder” “Se va a deshidratar” y están aquellos
que reciben al visitante con deseos de que cumpla su empresa y desde el primer
momento, se ofrecieron a acompañar al protagonista, entonces una vez rodando,
le alcanzaron agua en cantidades que no podía tomar y por el contrario le
resultaba una molestia. Deseaban suerte al ciclista y los más atrevidos, lo
acompañaron con sus propios rodados un par de horas.
La cuestión es que el “alquimista de realidades”
cumplió su cometido, los escépticos fueron acomodando su discurso observando que el colombiano tenía temple: “Hay que reconocer que el hombre tiene aguante”
o “siempre creí que lo iba a lograr”. Algunos de los pesimistas, lo “espiaron”
en la madrugada del domingo para ver si hacía trampa, se ocultaban en el playón
de la estación de servicio y miraban en dirección a la plaza, muchos, luego de
la consabida salida sabática, pasaron por el lugar como última actividad antes
de ir a dormir. Con un ritmo sin prisa pero sin pausa, el hombre pedaleó día y
noche con el sonido de la cadena bien aceitada, algún bocinazo destemplado que
provenía de los autos que pasaban y la
mirada de los perros de la plaza Rivadavia que conforme pasaron las horas, se
fueron acostumbrando a ese movimiento raro. Esa noche, los canes se durmieron
contando vueltas de bicicleta reponiendo energía para un domingo a la mañana de
banda municipal y una tarde de la clásica y aún vigente “vuelta del perro”.