jueves, 4 de septiembre de 2014

OESTE



Oeste.
para mi amigo Julio César Armando in memoriam


Camino por las veredas que me gusta caminar, me lleno de palabras que escucho al pasar para no pensar en una. “Este viento es de lluvia” le dice una señora a otra y ese comentario me sirve para distraerme por un rato.
Las imágenes, sin embargo, se suceden sin parar y es inevitable acordarme del poema “Un amigo es la vida dos veces” de Tejada Gómez y me aferro con cierta desesperación al último verso, cuando dice “…Acaso, un año de éstos, cuando vuelva al oeste…  eso, volver un día y darte una sorpresa, reírnos y acordarnos del vampiro de dudosa escala que con tu familia construyeron para carnaval,  participó un año que no me acuerdo en el corso más famoso del oeste en el rubro “máscaras sueltas”. Que me cuentes acaso, el día que pusiste el cuerpo en Ezeiza y podrías no haber contado el cuento.
Lo demás, me lo acuerdo todo, que tu nombre te lo pusieron por el barco que transportó tantos sueños hacia América, en uno de esos barcos vino tu viejo el “tano” .Que empezamos juntos a soplar un metal retorcido por obra y gracia de la infinita paciencia de “Coco”, nuestro primer maestro.
La primera vez que te vi, ibas a tu clase de acordeón, pasaste por Huergo y tenías un aspecto distinto para lo que era común en el barrio, prolijo, pinta de estudioso, esa pulcritud te valió el mote de “Cura” Armando, así te conocen muchos, claro que conforme ibas creciendo, cambiaste la apariencia por una más mundana. Luego nos hicimos amigos y empecé a ir a tu casa a jugar y a tomar la merienda, me hacía gracia como te llamaba tu mamá….”Julio Cesar Armando a tomar la leche” como para que no quedaran dudas que te llamaba a vos.
Soñábamos juntos con ser músicos profesionales, compartíamos la banda municipal o también llamada “bandita” cuando tocábamos en el corso o en las serenatas de fin de año donde recolectábamos muchas botellas que la gente nos daba y luego repartíamos. Vos tocabas el saxo tenor y lo hacías muy bien y yo empezaba el camino del Sahara donde un oasis es improbable, o sea: tocar la trompeta.
Camino por las veredas que me gusta caminar y me cruzo con un matrimonio que carga con bolsas del súper y dicen algo así como que ahora cuesta más llenar el changuito me distraigo otro rato, me meto en la actualidad sobre la cual discutiríamos y no nos pondríamos de acuerdo.
 Me pregunto porque dejaste de tocar el saxo o cualquier otro instrumento si tenías mucho talento y me pregunto también porque la vida o las circunstancias hacen crecer el pasto en el camino de la amistad, te fuiste más lejos, siempre al oeste, te casaste, tuviste hijos, por muchos años no nos vimos. Yo vine a la gran ciudad, esa por la cual camino por las veredas que elijo colectando muchas palabras oídas al pasar sólo para evitar una.
Acaso, uno de estos años, volveré al oeste.