para mi amigo Julio César Armando in memoriam
Camino por las veredas que me gusta caminar, me lleno de
palabras que escucho al pasar para no pensar en una. “Este viento es de lluvia”
le dice una señora a otra y ese comentario me sirve para distraerme por un
rato.
Las imágenes, sin embargo, se suceden sin parar y es
inevitable acordarme del poema “Un amigo es la vida dos veces” de Tejada Gómez
y me aferro con cierta desesperación al último verso, cuando dice “…Acaso, un año de éstos, cuando vuelva al oeste…” eso, volver un día y darte una sorpresa,
reírnos y acordarnos del vampiro de dudosa escala que con tu familia
construyeron para carnaval, participó un
año que no me acuerdo en el corso más famoso del oeste en el rubro “máscaras
sueltas”. Que me cuentes acaso, el día que pusiste el cuerpo en Ezeiza y
podrías no haber contado el cuento.
Lo demás, me lo acuerdo todo, que tu nombre te lo
pusieron por el barco que transportó tantos sueños hacia América, en uno de
esos barcos vino tu viejo el “tano” .Que empezamos juntos a soplar un metal
retorcido por obra y gracia de la infinita paciencia de “Coco”, nuestro primer
maestro.
La primera vez que te vi, ibas a tu clase de
acordeón, pasaste por Huergo y tenías un aspecto distinto para lo que era común
en el barrio, prolijo, pinta de estudioso, esa pulcritud te valió el mote de
“Cura” Armando, así te conocen muchos, claro que conforme ibas creciendo,
cambiaste la apariencia por una más mundana. Luego nos hicimos amigos y empecé
a ir a tu casa a jugar y a tomar la merienda, me hacía gracia como te
llamaba tu mamá….”Julio Cesar Armando a tomar la leche” como para que no
quedaran dudas que te llamaba a vos.
Soñábamos juntos con ser músicos profesionales,
compartíamos la banda municipal o también llamada “bandita” cuando tocábamos en
el corso o en las serenatas de fin de año donde recolectábamos muchas botellas
que la gente nos daba y luego repartíamos. Vos tocabas el saxo tenor y lo
hacías muy bien y yo empezaba el camino del Sahara donde un oasis es
improbable, o sea: tocar la trompeta.
Camino por las veredas que me gusta caminar y me
cruzo con un matrimonio que carga con bolsas del súper y dicen algo así como
que ahora cuesta más llenar el changuito me distraigo otro rato, me meto en la
actualidad sobre la cual discutiríamos y no nos pondríamos de acuerdo.
Me pregunto
porque dejaste de tocar el saxo o cualquier otro instrumento si tenías mucho
talento y me pregunto también porque la vida o las circunstancias hacen crecer
el pasto en el camino de la amistad, te fuiste más lejos, siempre al oeste, te
casaste, tuviste hijos, por muchos años no nos vimos. Yo vine a la gran ciudad,
esa por la cual camino por las veredas que elijo colectando muchas palabras oídas al pasar sólo para evitar una.
Acaso, uno de estos años, volveré al oeste.