domingo, 26 de marzo de 2017

L’aiglon.

Ed pareta 26/3/2017


(inspirado en un hecho real)

A poco de llegar, el invierno presentó toda su paleta de posibilidades, afuera llovizna, frío, humedad, adentro, un clima cálido, con luces tenues y ambiente agradable. Estas imágenes de claroscuro las observaba Esteban o también podría ser Eduardo o Ernesto, un detective menor que atendía casos de infidelidad y cambiaba su nombre para los distintos trabajos para los cuales se lo contrataba, enfundado en un Perramus  gris claro por debajo de la rodilla y un sombrero Príncipe de Gales con las manos en el bolsillo del abrigo, sacándolas de vez en cuando para administrar su cigarro. A diferencia del cuento de Saer,  estaba parado afuera, en la vereda de “La Americana”,  el detective miraba en diagonal al ventanal de la confitería que daba sobre la Avenida. El contraste de luz entre el entorno oscuro y la luz flamenca que venía desde adentro enmarcada por la ventana, daba una pintura de Johannes Vermeer, no sólo eso le llamó la atención sino que la actividad de las personas que estaban en esa mesa era un tanto curiosa , cuatro hombres y una mujer vestidos de negro, uno de los hombres sostenía un papel y conversaban acerca de algo que estaba escrito en el mismo, la gestualidad y los movimientos de las manos suponía una discusión, de todas maneras, no parecía ser grave por cuanto alternaban con algunas risas sincronizadas en tiempo e intención, luego de alguna deliberación, se producía un impasse  que era aprovechado para tomar de sus respectivas copas.
Carlos, que también podría ser Camilo o Cándido, andaba en busca de subir el nivel de su trabajo y por ende, cobrar mejor dinero, había leído mucho sobre el detective más famoso de ficción y le gustaría parecerse a él salvando las diferencias de época. Este grupo de personas vestidos  con saco negro, camisa negra y corbata negra, le sugirió la vestimenta de ciertos grupos masónicos y creyó descubrir la punta de una conspiración, recordó la frase de Igor Stravinsky  que le servía de guía en su profesión “El instinto no falla, si falla, no es instinto” y decidió entrar al local.
El adentro transcurría en la vieja confitería L’aiglon que estaba ubicada en la esquina de Bartolomé Mitre y Callao y fue fundada en 1927 por un grupo de españoles que hubiesen querido  llamarla “El Aguila” pero como ese nombre ya estaba registrado, optaron por  “L’aiglon” que  significa “águila pequeña” en la actualidad, funciona una franquicia global de cafetería.
Mario, que también podría ser Marcos o Mariano, pitó por última vez su cigarro y cruzó en dirección a la confitería, se detuvo a leer la placa de mármol ubicada en un lateral de la entrada que decía que el lugar fue declarado patrimonio histórico. Una vez adentro, miró barriendo todo el local con la mirada cual ventilador  y notó para su fortuna que había una mesa desocupada al lado de la incipiente conjura, se despojó del Perramus y el sombrero apoyándolos con cuidado en la silla libre y se sentó de cara al grupo, con sutileza de espía, sacó la libreta que usaba para tomar apuntes, enseguida vino el mozo y dudó un instante si pedir whisky o café, pero se decidió por el café, de algún modo, estaba trabajando. Luego de una mirada  general a los presentes,  se dispuso a “parar la oreja” a la conversación de la mesa contigua, escuchó el siguiente diálogo….
-         Ricardo, yo propongo para empezar  un tema instrumental como la selección de foxtrot y luego “es pecado mentir” que tiene cierto rítmo.
-         Puede ser y después arrancamos con los bailables – dijo Ricardo en acuerdo con su compañero.
-         No, mejor, porque no empezamos con “Tristeza” que a Emilio le sale tan bien con el saxo – dijo la mujer.
-         A mí me parece mejor arrancar con A mi manera – dijo otro hombre.
-         No, tenemos que generar cierta expectativa y recién el tercer tema puede ser cantado, además A mi manera es como un himno, podemos dejarlo para el bis.
De pronto, se acercó alguien a la mesa y dijo “ya tendríamos que empezar”
-         Listo!!!  dijo Ricardo, nosotros ya estamos y dirigiéndose al resto …Queda la lista que sugirió Mónica, vamos que si hoy tocamos bien, quedamos fijo todo el mes - se tomaron de la mano cual rito y pronunciaron vocablos indescifrables.
Alfredo, aunque también se podría llamar Alberto o Antonio se hizo una necesaria pregunta, están hablando en código y son más peligrosos de lo que creo o bien son músicos que van a tocar ahora mismo. No tardó en comprobar la última posibilidad, los cinco más el animador, se acercaron al palco y cada cual tomó su respectivo instrumento salvo Mónica que no iba a subir en los primeros temas y se quedó sentada en una silla al lado del escenario. Una súbita decepción invadió al detective, llamó al mozo y le pidió un whisky con carácter de urgencia cuando el acople del micrófono produciendo unos agudos terribles invadió la calma reinante, todos los presentes se llevaron ambas manos al oído hasta que el sonidista acomodó las perillas, el animador en tono canchero dijo: ¿Ahora sí? Y continuó….
“…Señoras y señores, la confitería L’aiglon les da la bienvenida una vez más, hoy con la presencia estelar y por primera vez de la orquesta “The Broadway melody” cuyo nombre se debe a la película homónima del año 1929 y que obtuvo un Oscar al mejor film de dicho año por ser la pionera en musicales llevados a la pantalla grande, la orquesta nos va a deleitar con las mejores melodías de todos los tiempos para escuchar y rememorar la mejor música del mundo, con ustedes….la orquesta “The Broadway melody”

Ricardo, sentado en la batería y ya contando el consabido un, dos, tres, cua…lo miró al animador con cara de pocos amigos porque no mencionó que la orquesta puede hacer bailar hasta a Santo Biasatti. Emilio soltó las primeras notas de “Tristeza” en su saxo tenor y ahora los sonidos eran agradables, el clima se renovó, los presentes se relajaron en sus asientos para vivir una jornada inolvidable, la melodía envolvente y el trago formaban una amalgama perfecta. El tema transcurrió y el aplauso final fue de agradecimiento por la música, aprovechando el clima logrado entre el público y la orquesta, Ricardo contó sobre el final de los aplausos para empezar el segundo tema que era la selección de foxtrot, que encabezaba “Cheek  to Cheek” . Las parejas se volcaron a la pista  y de pronto el animador tomó el micrófono y con tono desesperado se dirigió a los bailarines…
“No se puede bailar” repito  “No se puede bailar” “Está prohibido bailar”
El desconcierto fue general,  la orquesta paró de tocar, se prendieron las luces generales,  todos se miraron y pensaron que el animador había enloquecido por lo cual tuvo que dar las explicaciones del caso, tomó un papel que estaba previamente redactado y leyó:
“Querido público, de acuerdo a las últimas disposiciones municipales y luego de lo acontecido en el boliche Cromañon, el salón no cuenta con la habilitación correspondiente para que se desarrolle  normalmente el baile, en nombre de L’aiglon, les pedimos disculpas y les decimos que el problema se resolverá a la brevedad, sepan disculpar, los invitamos a seguir escuchando excelsas melodías”



Las parejas se dirigieron a las mesas sin comprender  lo que estaba pasando, la orquesta retomó “Cheek to Cheek” desde el principio y Daniel o podría ser Dionisio o tal vez Darío apuró el segundo whisky dispuesto a ganar la calle luego de pagar lo que había tomado, atravesó la puerta y empezó a caminar con dirección a la avenida Corrientes bajo una llovizna débil pero persistente pensando que el instinto le había fallado o estaba perdiendo el olfato de modesto cazador pero cazador al fin, pero de lo que no le quedaba duda es que había asistido al hecho más bizarro en mucho tiempo…”Prohibido bailar” replicó en tono jocoso mientras encendía un nuevo cigarro.