Crónicas de viaje / San
Marcos sierras.
Primavera 2019 –
Ed Pareta
Bienvenidos al manicomio a cielo abierto le dijo una amiga a Noemí al llegar a San Marcos Sierras.
La frase parece exagerada pero no tanto si tenemos en cuenta que loco se le
suele decir a quien no encaja con las reglas establecidas y los hábitos
“normales”. Asimismo, cuando decís que
venís desde Buenos Aires te dicen: Ahí sí
que están todos locos.
Por las calles de tierra
del pueblo podes encontrarte con un ex gerente de importante empresa que quebró
en alguna de las crisis recurrentes del país, a un descendiente de cacique de
las etnias Henia /Kamiare , conocidas
vulgarmente como comechingones, a un auténtico hippie que ofrece sus artesanías como medio de vida, a una joven mexicana que da vueltas al mundo
en bicicleta y que en el camino ligó con un francés que está en el mismo plan,
a un locutor que se cansó, entre otras cosas, de que pusieran en marcha a la
madrugada los motores de los ómnibus escolares en la esquina de Sarmiento y
Riobamba, a gauchos con boina y
alpargatas bigotudas, neo juglares, músicos, perros con dirección precisa cuyo
objetivo es pedir comida en los bares que se encuentran enfrente de la plaza,
etc.
El equinoccio de primavera,
el viento norte: “El viento de los locos” y el árbol que se ofrecía de asiento,
lograron que me animara a sentirme Cosimo por un momento y mirara desde arriba,
aunque esto, a orillas del río San Marcos pasa desapercibido. La primavera se
presentó en tiempo y forma y el pueblo la recibió con festejos en la plaza, ferias
al lado del río y artesanos en la cuadra pasando la plaza. En ese derrotero festivo nos
encontramos con Violeta, la amiga que hicimos en uno de los viajes, quien nos
dijo con excitación primaveral: Mas tarde
hay música en la plaza, cierra el “Kenco”.
Siguió su viaje en busca de algo para comer.
Los aromos están florecidos
y embriagan el ambiente con su perfume,
el aire es puro, los lugareños dicen que se debe a que tiene mucho iodo.
Los cultivos, por la ordenanza municipal
numero 2005 están libres de agro tóxicos y no hay contaminación sonora
ni visual.
Luego de escuchar a los
músicos en sus diversos estilos, la cuerda de tambores y el prometido cierre en el escenario, nos
fuimos caminando a la posada de Ezequiel que dista a 2 km de la plaza. En una
jornada que fue todo el tiempo, a su vez, víspera y fiesta. Con un cielo
diáfano por prescindencia de neón, con la vía láctea como techo envolvente y
cavilando respecto a una pregunta: ¿Una sociedad con estas características
pertenece al pasado o será el futuro necesario para salvarnos como especie? En
el trayecto, creí ver pasar por una de las calles laterales a la San Martín, a
Dionisio, con una ánfora en la mano y una sonrisa pícara.
Dedicado a Hebe Uhart in
memoriam – gran escritora y cronista de viajes por excelencia. Mensaje
encriptado para los “Famas”: Todas las distancias fueron salvadas.