viernes, 23 de enero de 2015

Encuentro con el Harlem

.Encuentro con el Harlem.

Encuentro con el Harlem


La férrea obstinación de una viajera hace caso omiso a la recomendación temerosa de sus amigos de Nueva York de no andar por determinados lugares. Ya despojada del remanente turístico, Simone de Beauvoir se lanzó por las calles del Harlem a buscar la música que había escuchado reiteradas veces en París, seguramente en reuniones de amigos intelectuales donde se discutía el existencialismo, entre otras cosas, regados de buen vino y con el jazz metiéndose sin permiso entre los conceptos filosóficos, como evidencia de su carácter dionisíaco.
Es en las calles del Harlem donde escuchó el mejor jazz en su estadía en la gran ciudad, así lo escribió en su libro América día a día, un diario de viaje que la llevo a recorrer gran parte del territorio estadounidense para encontrarse con las imágenes del cine que había visto, con la música que había escuchado, y para entender a una nación que se había erigido como potencia mundial, y no esperar a que se lo contaran.
Eso es lo que hace un viajero: se mete, huele, escucha, observa, camina, para por fin entender un poco más a la gente y no temer lo diferente.
De músicos y viajeros están hechos los caminos porque, como dice Simone de Beauvoir en su libro de viaje: “El mundo no es un paraíso de bagatelas; hay otra verdad: la verdad de la miseria, de la fatiga, del odio, de la crueldad, de la rebelión, la verdad del mal”. En ese mundo no revelado en bucólicas postales, emergen la belleza y la pureza en diversas formas estéticas para mitigar la angustia. Como sostiene otro escritor de culto: “No importa qué tan feas se pongan las cosas, la música seguirá siendo maravillosa”.