El Negro Jefe y Ramón.
Los ´70, relatos de la década
que no entendí
Ed Pareta 14/11/2018
(Dedicado a mi amigo J y a "Negro" y "Ramón", ocasionales compañeros de la música con quienes me divertí mucho - in memoriam))
(Dedicado a mi amigo J y a "Negro" y "Ramón", ocasionales compañeros de la música con quienes me divertí mucho - in memoriam))
Mi amigo J me contó un
hecho que quedó en el anecdotario como algo cómico para compartir en los asados
y reuniones, sin embargo, el ambiente social y político donde se produjo, era
muy complicado y nos remite a los años 1974 o 1975 donde el peronismo estaba
dividido en dos fracciones a derecha e izquierda, esto implicaba
enfrentamientos entre ambos bandos. La particularidad es que en Lincoln
gobernaba un intendente del espacio político del “PI” (partido intransigente) una
excepción replicada en pocos municipios en todo el país. Un grupo de militantes
peronistas decidió tomar la intendencia o quizás realizar una agitación, un
objetivo menor que “mueva el avispero”.
Apelo a mi memoria e imaginación para contar dicho evento.
El “La” menor en forma de
arpegio descendente de la marcha peronista invadía toda la avenida, resonaba
especialmente en la esquina de Massey y Belgrano donde estaba antiguamente la
confitería “Las Vegas”. Unas cincuenta personas avanzaban por la calle en
dirección al municipio portando pancartas y banderas. La movilización la
encabezaba la banda de música cuyo director era “El negro jefe” quien tocaba el
trombón, secundado por “Ramón” o “Reimon” percusionista que por su renquera,
era trasladado en una especie de carroza con ruedas lo que le daba una impronta
de rey plebeyo. No sé si ese día “Tronó el escarmiento”, pero lo que es seguro
es que sonó fuerte el trombón. El sonido del “sacabuche” hacía vibrar los
escaparates metálicos del kiosco de Avalos y los carteles de “Oferta $99, 99”
de las prendas de la tienda Galver aún adentro de la vidriera. La gente que
caminaba por la vereda se tapaba los oídos para preservar la capacidad
auditiva, semejante a cuando pasa una autobomba con su sirena. Más atrás, mi
amigo J con su saxo tenor y un trompetista, luego el resto de la gente. El liderazgo general lo ejercía el negro
quien con su instrumento marcaba el rumbo de la concentración, cuando lo dirigía
para adelante y hacia arriba cual despegue de avión, había que avanzar, en
cambio cuando se daba vuelta y miraba para atrás, todo el mundo se detenía. El
segundo en jerarquía era Ramón y cuando el jefe emitía una orden, Ramón decía ¡!!All right!! y se ejecutaba. La
señorita Magdalena al ver el tsunami de gente, se cruzó en dirección a la plaza
haciendo la señal de la cruz, los perros de la plaza Rivadavia mantenían una
asamblea permanente y ampliada por si había que hacer una defensa gregaria,
algunos comerciantes del centro cerraron las cortinas de sus negocios para
prevenir desmanes. La rutina del pueblo se alteró y contrastaban dos grupos
definidos, uno, el que llevaba la acción, conformado esencialmente por jóvenes
quienes al cantar la marcha, ponían énfasis y separaban en sílabas la parte que
dice “…Sos el primer tra ba ja dor”, el
otro grupo heterogéneo, conformado por los observadores pasivos y aquellos que
apuraban el paso para salir rápidamente de la situación.
Nadie detuvo a la caravana
pero cuando llegó a lo que es hoy el patio cívico había un panorama de
guerra, policías como para hacer dulce, apostados en los puntos
estratégicos del palacio municipal y hasta en la terraza los había con cascos y
armas largas. Ante esta situación, el “Negro jefe” cambio su alegría militante
por la expectación propia de un estratega, con un rápido paneo del lugar y
revisando los enunciados de Clausewitz dio
media vuelta y mirando a su gente pronuncio un breve y emotivo discurso:
“Compañeros: Estos hijos de
puta pidieron refuerzos a la cana de Junín, tenemos que abortar el plan “A” y
el “B” estamos en inferioridad, vamos a guardar energías para lo que se viene”
Mirando a Ramón le ordeno
enérgicamente:
- Hace ritmo de marchinha
-
All right dijo
Ramón y acomodándose el bastón arremetió el parche con los dos palillos. Se escuchó
algún que otro ¡!!Viva Perón carajo!!!!
Todos se dieron vuelta y
mirando en dirección al club Argentino, comenzaron a marchar y bailotear en
sentido contrario, ahora el arpegio descendente era “Fa” mayor y tenía menor
carga dramática.
“Mamaeu, eu quero mamaeu, eu quero
Mamaeu, eu quero mamar
Dà a chupeta, ai, da a
chupeta
Dà achupeta pro bebe nao
chorar…..”
No hay comentarios:
Publicar un comentario