Fresa salvaje
En el verano de ese año - 1972-
como ocurría en todos los veranos, se instaló un hit musical. En este
caso, la canción que se repetía hasta el cansancio era “Fresa Salvaje” de
Camilo Sexto, quizás la estrategia de la discográfica fue instalar a Sexto como
el baladista del momento y el lanzamiento del tema fue masivo y
contundente.
El coro de voces femeninas de la
introducción me impactó porque, de acuerdo a mi subjetividad musical, el
arreglo coral era ajeno al estilo romántico, era distinto a lo habitual,
será por eso que me sorprendió al escucharlo. La canción sonaba intermitentemente
en el aparato de la radio del micro que nos trasladaba a Trenque Lauquen. El
chofer iba mudando el dial conforme nos movíamos por la ruta sintonizando las
frecuencias de la zona, apareció la melodía una y otra vez durante el viaje.
Íbamos a tocar con la bandita a la
carrera pedestre “Camilo Martino” que todos los años organiza el Club Barrio
Alegre, se realiza alrededor de la fecha de la celebración de Reyes desde
hace mucho tiempo.
El vocablo “pedestre” ya lo conocía:
otra carrera famosa; la maratón de San Silvestre que se realiza cada 31 de
diciembre en San Pablo me había aportado ese vocablo raro, formaba parte de mi
imaginario en el micro clima que comprende a las fiestas de fin de año y sus
actividades conexas.
Con el nombre de “bandita” nos habían
bautizado en el pueblo y tiene que ver con que éramos muy jóvenes por entonces.
Integrábamos un conjunto musical formado por instrumentos de viento y percusión
que fue creado para participar en los corsos de Lincoln, la fama regional de
los carnavales generó que solicitaron nuestra actuación en localidades
cercanas.
Era la primera vez que salíamos a tocar
fuera de nuestro pueblo. El clima del viaje era de fiesta y como éramos chicos,
nos acompañaron algunos padres y hermanos mayores, además de nuestro director y
maestro; el querido Coco.
El adulto que más se destacó fue “El
Quesudo”, papá de nuestro compañero trombonista, contaba sus historias y las
coronaba con una risa contagiosa hasta que todos empezamos a reírnos de su risa
y no tanto de las historias.
Contó que él tenía un hermano mellizo
bastante parecido a él que vivía en Buenos Aires, cierta vez lo fue a visitar
pero había extraviado la dirección, lejos de hacerlo desistir de la empresa, se
empecinó en encontrarlo, se acordaba que era en el barrio de Liniers.
Empezó a caminar el sector de casas bajas que limitan hacia el oeste con la Av
General Paz y tocó timbre casa por casa ¿No conoce a alguien que es igualito
a mí? - preguntaba a la gente que lo atendía, luego de varios
intentos, logró su objetivo: alguien lo reconoció parecido a su hermano y le
señaló la casa en donde vivía. Luego que cesaron las risas y poniéndose serio
concluyó: Que pueblo grande que es Buenos Aires.
A la hora del mate, todos los adultos ofrecieron pasteles, budines y otras delicias para compartir. Se formó una ronda para degustar la comida esperando nuevas historias del “Quesudo”, y llegaron nuevos relatos y chistes. Coco, nuestro director, charló con algunos padres de los integrantes de la banda, estos le agradecieron la paciencia que tenía para con sus hijos, menos mal que está la bandita, en casa no sabría qué hacer con el pibe todo el tiempo - le dijo un padre buscando complicidad. Yo los tengo cortitos, el que no estudia que no venga. - sentenció Coco. Y lo bien que hace - dijeron los padres a coro.
La víspera no podía ser mejor, un
público que no era el de nuestra ciudad nos aplaudiría, sentimos orgullo ante
las personas mayores que nos acompañaban por aprender a tocar un instrumento de
música en tiempo record.
En mi caso, sentía que era el “pollo”
del director, me presentaba como un ejemplo lo cual me daba un falso pudor pero
me gustaba, con esa sensación me dormí algunos kilómetros después del empalme
de la ruta 188 con la 33.
El coro salvaje con un dejo a fresas
irrumpió en mi incipiente sueño, caminé por un bosque cerrado, era de noche,
escuche las voces repitiendo una melodía al infinito, no vi en principio de
dónde venían las voces, caminé atraído por el sonido y me dejé llevar,
luego de una curva había un fuego a cierta distancia en la senda del camino y
se reflejaba en las copas de los árboles frondosos. Cuando estuve más cerca
observé a cuatro mujeres ataviadas con unos vestidos de color crudo con las
terminaciones rasgadas, las coristas giraban alrededor del fuego y cantaban sin
parar la canción abriendo las bocas como peces, me quede en un rincón cerca de
la fogata para que no me vieran. La luminosidad del fuego generaba reflejos,
debajo de los vestidos no tenían nada, vi las formas bien definidas de aquellos
cuerpos que bailaban en ronda febril y cantaban una y otra vez:
“...Fresa salvaje,
ah ah ah
Con cuerpo de mujer,
ah ah ah ah
Hay vida en tu vida,
ah ah ah ah
Pero hay algo que no
ves, ah ah ah
Ye eh eh eh fresa
salvaje
Fresa salvaje, ah ah
ah ah
Agua de manantial,
ah ah ah ah
Río sin cauce ah ah
ah ah
Dime dónde vas ah ah
ah ah”.
Agua de manantial,
río sin cauce dime dónde vas, sentí una sensación nueva, nunca antes
experimentada, sentí el calor producido por las llamas, la sensación de que me
estaba derritiendo pero ese calor estaba focalizado en el centro bajo del torso
y bajaba lentamente. Segundos después; me desperté con una explosión de risas
ante alguna nueva ocurrencia del “Quesudo”. Sentí ahora un pudor definitivo y
verdadero.
Agua de manantial,
río sin cauce dime dónde vas.
A la altura de
América, el cartel de vialidad dice que faltan 74 km para llegar a Trenque
Lauquen. El animador del viaje cayó rendido luego de su unipersonal, se tiró a
dormir en los asientos de atrás, se descalzó y entendimos el porqué de su
apodo.
La posta la tomó la
mamá de “Pety” uno de los percusionistas, era profesora de geografía y nos
contó que la característica de la ciudad adonde íbamos era que sus calles eran
todas avenidas y que el origen del nombre es mapuche y significa “laguna
redonda”.
Si bien el viaje se
convirtió en un destino en sí mismo, había que llegar y llegamos. Ingresamos a
la ciudad de las avenidas en donde el viento sur corre y trae noticias de
la Patagonia.
En la sede del club
Barrio Alegre bajamos para ir al baño y los directivos nos dijeron que nos
esperaban en la radio para hacer una nota, allá fuimos todos y surgió la
inquietud: ¿Quién va a hablar? Coco, como buen director, le sugirió a Hugo su
sobrino quien era el más grande de los chicos. Pero yo nunca hablé en una radio
tío. Pero vos sos el que mejor habla le dijo Coco sin dejarle opción.
Despojado de un
lenguaje estructurado; Hugo hablo sin impostar, ante la pregunta del
entrevistador dijo: Esta es la bandita de Coco, tocamos música alegre como el
nombre del club - esta asociación fue muy festejada - Hoy vamos a animar la
famosa maratón y haremos bailar a los concurrentes como lo hacemos en los
carnavales de Lincoln.
Cuando la nota
estaba terminando, que a pesar de los nervios de Hugo salió fluida y
espontánea, pronunció la frase que serviría de cargadas posteriores y sería
elegida como una de las frases del viaje. En el momento de los agradecimientos
a los anfitriones y al público oyente se despachó con: “gracias por la atención
dispersada”
El sábado 8 de enero
de 1972 se realizó la maratón “Camilo Martino” que todos los años organiza el
Club Barrio Alegre de la ciudad de Trenque Lauquen. Ese año el ganador fue Juan
Carrizo.
Hicimos sonar los
bronces y los parches antes, durante y al finalizar la competencia. El público
nos aplaudió, la gente nos agradeció: sus caras eran de felicidad por una noche
que recordarán en la cual una banda juvenil los había acompañado en una de las
celebraciones más típicas del lugar.
De aquella
experiencia me quedó un concepto que lo uso siempre, la idea de festival del
cual deriva “festivalero” que no remite sólo a la música, es a mi entender; un
estado de viaje, de sorpresa, de tránsito, de expectativa por lo que se va a
vivir y sobre todo: de comunión festiva en donde todos aportan su granito de
arena para la celebración.
El viaje de vuelta
fue distinto; ya no hubo animador ni profesora disertante, con la satisfacción
de haber realizado el primer viaje allende la frontera de nuestro pueblo, el
sueño se adueñó de todos los pasajeros rápidamente.
Me dormí con la
ilusión de encontrarme con el coro de mujeres nuevamente en el sueño y que
la noche se convierta en testigo y compinche de mi hallazgo de volcán y por
fin; comenzar a transitar la adolescencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario